jueves, 6 de diciembre de 2012

Hurry Up, We’re Dreaming


Hace unos días M83 estrenó el videoclip para la canción Wait, con el cual cierran la promoción de su último y celebrado disco Hurry Up, We’re Dreaming, editado en el 2011. Este disco, que en palabras de su líder es una combinación de synthpop y composiciones más ambientales ha llamado la atención, aparte de la propuesta musical, por la serie de videos que han acompañado el lanzamiento de sus sencillos.
La banda de música electrónica, que para algunos críticos son una remembranza del género shoegazer pero sin tanta guitarra y eso sí, más sintetizadores, se ha apoyado en el trabajo de Fleur & Manu (creadores visuales http://www.divisionparis.com/directors/fleur-manu/) y de un colectivo llamado The Creators Project para la realización de los videos a las canciones Midnight City, Reunion y Wait. Estos tres videoclips conforman una excelente trilogía que tiene como protagonistas a una serie de niños extraños y hasta siniestros. Más allá de anécdotas, es necesario resaltar el trabajo audiovisual que los directores lograron y sobre todo, admirar la evolución de los videos como una forma de expresión que remite inmediatamente a grandes trabajos cinematográficos.


Midnight City:


          Reunion:




          Wait:


Wait

 Send your dreams
Where nobody hides
Give your tears
To the tide
No time
No time
There's no end
There is no goodbye
Disappear
With the night
No time
No time
No time
No time
No time









    

viernes, 16 de noviembre de 2012

El hombre del abrazo olvidado


Cuando Efraín la dejó, Aurelia sintió que se marchaba debiéndole un abrazo. Luego trató de olvidar pero en cada ocasión el recuerdo le atormentaba. Nunca más supo de él y la vida siguió corriendo pero Aurelia guardaba una necesidad, una falta que no entendía y que en varias ocasiones confundió con un sentimiento mayor.
Los días le trajeron otros amores, otros hombres y otros abrazos pero todos estos no le sabían más que a deuda.
Mucho tiempo después, una noche de esas en que dormía sola y se estaban convirtiendo en tradición, tuvo algo muy parecido a un sueño: Efraín había muerto horas antes y ella estaba dormida, en esa misma cama y en ese mismo cuarto, probablemente en ese mismo espacio y tal vez hasta tiempo. Entonces el hombre del abrazo olvidado apareció, se le abalanzó y cubrió su cuerpo con un peso tan real que Aurelia gimió. Quiso despertar pero su cuerpo no le respondía, no la dejaba siquiera gritar pese al deseo tan grande que tenía por hacerlo. Estaba totalmente imposibilitada, no podía mover un musculo y la impotencia le trajo ganas de llorar. Tuvo miedo por el mensaje y la veracidad de lo sucedido y despertó únicamente para llorarle a aquel hombre que a fin de cuentas y de muchos años, le devolvía lo que ella creía le pertenecía. Volvió a dormir horas después y a la mañana siguiente se levantó con el corazón pleno de satisfacción.   

miércoles, 7 de noviembre de 2012


De acuerdo a la moda impuesta en mayor medida por MTV antes de convertirse en el canal risible que es hoy, el video musical ha tomado un protagonismo que en ocasiones logra hacer de una canción un gusto desdeñable o, por el contrario, hacer que una rola que en un inicio no gusta provoque una impresión diferente. También se ha llegado al punto de que algunos artistas como PJ Harvey, Feist o Sigur Ros hagan un video por cada canción de algún disco, Let England Shake, Metals y el reciente Valtari respectivamente, para ampliar su expresión artística o crear conceptos más extensos (me imagino yo) ahora que los álbumes conceptuales no son tan digeridos, aceptados y sobre todo vendidos como antes.
Y como yo no canto (afortunadamente para la mayoría de la gente) ni dirijo nada más que mi vida (y a veces me sale mal), arrejunté cuatro videos que pudieran ser cinco o más pero que a mí me gustan y hurgan (algunos demasiado), en el mundo homosexual (no, no está el de Call me Maybe):


Spiritualized, Hey Jane:




Broken Social Scene, Texico Bitches:




Devendra Banhart, Foolin`:




Sigur Ros, Viorar Vel Til Loftarasa:


domingo, 4 de noviembre de 2012



La desmemoria atormenta los ojos
pero no llaga ni llega a las manos
que también observan y no callan
por el contrario
gritan los reconocimientos
las celebraciones
y a veces una lamentación
que hace sonreír quedito 

miércoles, 24 de octubre de 2012

Crisis


“Estoy olvidando mi nombre”, dijo apesadumbrado cuando escuchó la puerta abrirse y de inmediato cerrarse. Luego creyó recibir un abrazo, acaso más como noble advertencia por si un día no lograba recordarlo que como piadosa señal de aliento. 
Se había acostumbrado a la penumbra y al silencio pero no a la soledad. También se había hecho experto en hacer preguntas aunque en ocasiones nadie le respondiera.
—¿Cuánto tiempo ha pasado ya?
—Vas para un año.
—Eso es mucho tiempo ¿no crees?
—Puede ser.
—¿Y hay novedades?
—Nop.
—...Francisco.
—¿Qué?
—Nada, solo quería decir tu nombre de verdad y no como te dicen todos.
—¿Pos que tiene de malo que me digan Pancho?
—Que se oye mal, se oye grotesco.
—Mmm
—Ven, me gustaría que me quitaras esto de la cara, me gustaría ver cómo eres. Ya te dije que podemos  pasarla bien mientras termina esto ¿no? —dijo a media voz, casi en un susurro.
—Ya vas a empezar con tus joterías —le contestó, irritado, el secuestrador. 

martes, 2 de octubre de 2012

La providencial bala perdida


A Dominga no le gustaban los domingos. Desde que enviudó, cinco años ya, aprendió a odiarlos y a vivir con su soledad, el desasosiego y la caridad ajena. El pueblo la creía loca pero ella solo quería de eso que llamaban amor pues su matrimonio había sido nada más un negocio familiar que, a fin de cuentas, no prosperó para nadie en particular. Por eso, sin falta, cada día siete de la semana hacía el amor con lo que fuera. Tuvo amoríos con frutas y verduras, escobas, plantas e infinidad de enseres mayores y menores hasta el domingo pasado que encontró la vieja escopeta de su difunto marido y un orgasmo final con la bala que le entró por la vagina.     

lunes, 1 de octubre de 2012

Malas noticias del pasado


—…Descolgarlos ya no servirá de nada, antes pendían de los árboles y ahora de los puentes pero en ambos casos, las lenguas son las que pasan frío.
—Me asusta la filantropía, por eso tengo sexo, solo sexo. Puro y duro, como dijo mi profesor.
—Yo creo que por ahí te acercas a ella, así ayudas al hombre.
—Pero yo quiero destrozarlos, o destrozarte en este caso. Luego sentirme mejor cada vez que te vas y yo me vengo.
—Te diría que qué descarada, pero creo que por eso me gustas. Además de que sabes escuchar…
—Mira, por ejemplo a ese de chaleco café que están entrevistando, yo le quitaría el dolor que aparenta le rebosa por las mangas pero al presidente sí no le ayudo a olvidar su alcoholismo, que le haga como pueda.
—Me gusta tu generosidad, sobre todo la que escondes entre las piernas.
—Ahí es donde radican los secretos. Y hay quienes los ven y quienes no.
— ¿Entonces crees que yo lo hago?   
—Yo más bien creo que debes buscar en otro lado, te voy a presentar a mi amigo Reynaldo, es un cubano muy agradable…

miércoles, 15 de agosto de 2012

Eme

María Maldonado murió mientras mentía. Muchas manías mantuvo; miasmas milenarias, meras motivaciones mundanas.

domingo, 12 de agosto de 2012

Exilio


Hace tiempo —vaya usted a saber quién sabe cuánto— le llegó el rumor sobre un hombre que habitaba la luna. Desde entonces, pasó las noches y la mitad de los días (a veces hay que dejar de soñar y solamente dormir) en investigar quién se atrevió a tanto. De este modo se olvidó del tiempo mismo, las calles con sus coches y transeúntes ya no son nada e incluso la nostalgia tiene ahora un cariz distinto. Ha ignorado la mayoría de las voces, humanas o no, y cualquier designio parece un eco que viaja del pasado inexplorado.
Él quiere a toda costa encontrar al hombre que se fue a la luna y cree firmemente en ese minuto que está cada vez más cerca, cada vez más próximo. Sin embargo, la falta de ingenio para mirar en un espejo lo aleja de manera constante de tal propósito.  

sábado, 7 de julio de 2012

Te doy la mentira


Te doy la mentira –dijiste-
para que realices el mundo
y olvides el lenguaje de los sueños.
Para que no te alcance la locura
de las esperanzas vanas
y camines mi compañía sin la sabiduría de tu mirar.

Te doy la mentira –dijiste-
para que respondas lo que no imaginas
y por la noche veas solamente oscuridad.
Para que no me sientas hoy
como me sentirás mañana
y pienses en el siempre y el jamás; en el futuro de la soledad.

Te doy la mentira –dijiste-
para que creas en eso que llaman amor.
Cuando castamente yo solo quería conocer de tus ojos el color. 

domingo, 17 de junio de 2012

Paroxismo


Caminaba entre las sombras y las formas de la ciudad presuroso, persiguiendo el espacio inmediato como señuelo y disputándoselo a lo incierto. Caminaba por las calles, dispuesto y apegado a su plan con la esperanza de que no cambiara en el último minuto. La imagen de esa parte de la ciudad aparecía en su cabeza fijamente y recordaba, mientras ejecutaba un misterioso caminar, cada esquina, cada poste de luz y cada teléfono público. También los pocos comercios y algunos autos que simulaban ser testigos mudos o más bien cómplices risueños. Paso a paso revivía un instante practicado muchas veces; ensayado a conciencia y a pesar de que no había público, los nervios en esta ocasión definitiva eran infinitos.
Había dejado de escuchar las voces que nacieron unos años antes, en un lugar que nunca conoció pero donde le habían dicho, una muerte había sucedido. Un lugar que desgraciadamente no recuerda pero que se puede suponer cercano al odio, al dolor de perder un pedazo del futuro. Esas voces que provocaban una sensación parecida a la que genera ver ciertos bichos, ciertos animalillos rastreros que dejan en el cuerpo, minutos después u horas incluso, la sensación de recorrer el cuerpo y sentir entonces la necesidad de revisarlo y ver que no hay nada en la piel pero sentir el recorrido de un pequeño ser causando una inquietud, un cosquilleo que crea ganas de amartillar esa parte del cuerpo cuando las uñas ya desgarraron la epidermis. Y luego encogerse, abrazarse para ahuyentar el estremecimiento. El temblor. El escalofrío. Las voces.
Pero esta noche todo había quedado atrás, ahora sobrevivían las estrellas: millones de luces en el cielo que formaban constelaciones que tienen nombre o al menos lo tuvieron alguna vez.   
La residencia lo recibió de pronto. Sus ojos encontraron sorpresivamente rápido el domicilio al que la noche debía llevarlo y cobijado por una oscuridad abrumadora y una decisión desconocida por no saber exactamente fluye, sacó del bolsillo de su chamarra de cuero negra una ganzúa; forzó la cerradura, abrió la puerta del enrejado y entró en el patio frontal. Cerró inmediatamente después y corrió hasta la puerta principal. Sin perro y sin alarmas, reutilizó la ganzúa y entró en la casa vacía. En el segundo inmediato sintió el aire viciado. La oscuridad era casi la misma que la exterior. De hecho todo lo sentía similar a algo del pasado con excepción de los muebles y los enseres menores que mostraban una calidad de vida muy alta: parecían rozar la felicidad. A pesar de saberse solo por completo un intenso malestar le paralizó las piernas y le aceleró el ritmo cardiaco sin razón aparente. ¿Era una ausencia o una presencia? ¿Era lo pasado que volvía o se hacía más allá? No lo entendió y en realidad nunca lo supo. Quiso escuchar y aguzó el oído pero el miedo de que las voces regresaran lo detuvo de inmediato. Sin embargo, esa inmovilidad cedió ante la duda de la existencia de una duda y con los primeros pasos su pecho caminó el mismo recorrido que sus pies sin saber que llegaría a un lugar distinto, sintiendo que en cada movimiento su pecho albergaba un órgano y una sensación cercanos al paroxismo. Con las piernas y todo el cuerpo temblando empezó a reconocer ciertos fantasmas. Traspuso la sala y entonces le sobrevolaron recuerdos. Pasó por el comedor y llegó hasta la cocina para cerciorarse del juego macabro que le tendía la vida pues conocía la disposición de los muebles, sus colores y la familiaridad que la mayoría de ellos le obsequiaba. La inquietud fue creciendo y parecía que aun las suposiciones eran minúsculas, inútiles. La sensación de reconocer algo en el aire sin saber qué o por qué lo desconcertaba y todos sus sentidos coincidían en que ahí existía algo que alguna vez le perteneció. Confundido, regresó hasta el inicio de la escalera y mientras subía, contó el número de escalones que ya conocía. Con ardor en la sangre llegó a la recámara principal. No se sorprendió por lo que sentía ni por lo que ahora le llegaba hasta sus ojos y se le internaba, nuevamente, en el cerebro. Ese dormitorio ya lo conocía; la cama, el armario, los burós y hasta la sobrecama ya estaban en su memoria. La sorpresa capital le alcanzó peor que un mazo en pleno rostro al encontrar sobre uno de esos burós una fotografía en la que su esposa, muerta seis años atrás, abrazaba a un tipo rubio y uniformado mientras un par de niños los celebraban con sus pequeños brazos. En su cabeza las preguntas se agolparon y unas a otras se restaban valor, interés o lo que sea que el espasmo permite. Con el golpe de eso que parecía ser un recuerdo o un descubrimiento quimérico se olvidó de todo como se había olvidado del tiempo transcurrido desde que entró en esa casa y no escuchó el aullido de las sirenas. Algún vecino había llamado a la policía y ahora dos agentes entraban para llevárselo. Lo sobajaron y esposaron; lo sacaron a rastras y lo subieron a la patrulla.
—Está loco, con esa mirada perdida parece que oyera voces —indicó uno de ellos. Él no dijo nada, no fue capaz de articular una palabra para decir que ahora escuchaba solamente risas.                                                               

domingo, 3 de junio de 2012

Oír voces, quemar plata, qué mas da (poema-resumen basado en "Plata quemada" de Ricardo Piglia)*


Se aman sobre la enfermedad y entre el desquiciamiento:
el Gaucho Dorda escucha voces y una vez le dijeron que matara;
el Nene Brignone se mete de todo, coge con casi todo.

Argentina.

La heroína, la cocaína, la insatisfacción del outsider.
El plan maestro que de tan perfecto
invita a la traición, al asesinato
mientras el amor de dos psicópatas
recrea la necesidad de reconocerse
en esa empatía prediseñada por el extravío.   
Luego huir, esconderse.

Uruguay.

Transitar por la delgada línea de lo que resulta del pasado
y lo que se espera del futuro
presintiendo la fatalidad pero haciendo como que no
porque hay amor, sexo, drogas pero no rock&roll (y si hubo prefiero olvidarlo).

Toparse de frente con lo imposible pero resistir
porque se tienen uno a otro y además, se han tenido casi desde siempre.
Enfrentar el metal tomando fuerza de su compañía,
de la piedra que es heroína, que es semidiosa;
del anhelo del recuerdo del sexo,
del tamaño del primer pene que les metieron,  
de la primera vez que estuvieron juntos.

Ver sobrevolar las balas agazapados en un departamento
que podría caer a pedazos y sobre ellos pero qué mas da.
Y en el momento del clímax, en lugar de venirse,
quemar la plata robada.
Escuchar la furia de la sociedad como emblema del status quo.
Diferir a lo de siempre y mantenerse,
oír los pasos en la escalera y
que uno de los dos reciba el fuego que afortunadamente no son todos,
abrazarlo y verlo morir.

Despedazarse frente al uniforme para alcanzarle, 
hacerlo mientras lo suben en la ambulancia
con el cuerpo cubierto por la pureza de un simple manto.

Volver a escuchar las voces
deseando que esta vez sean solo palabras de él. 





* Hace unos mese leí
 Plata Quemada de Ricardo Piglia y me gustó bastante. Quise hacerle entonces una especie de homenaje mediante un ensayo o una crítica (que a fin de cuentas sería muy subjetiva) pero al final salió este poema-resumen, supongo debido a no sentirme capacitado ni con suficiente autoridad para más. Perdón si le destruyo el final a alguien. Lean el libro. No he visto la película así que no sé que pedo con ella. 

martes, 8 de mayo de 2012

Un regreso distinto.


La verdad es que nunca me han gustado los regresos y ni sé explicar por qué. Por lo mismo, cuando me fui del pueblo aquel, anclado en el norte y donde viví una temprana adolescencia, la infancia y hasta mi nacimiento, prometí no volver. Si me preguntan solamente puedo decir que me fui de allí por una simple razón: pertenecía a una familia feliz. Ni más, ni menos. Mis padres no se habían casado por compromiso, bueno sí, pero fue un compromiso “amoroso” como le llamaban ellos y no una obligación. Supongo que saben a qué me refiero. Luego los hijos fuimos planeados con verdadera conciencia o mejor dicho, con conciencia religiosa si ello puede ser mejor. Yo fui el primogénito y me siguieron ocho más, como de año y medio de diferencia o algo así. Ah, y para que ya digan que no me creen, intercalados: un hombre y luego una mujer. Mi padre, el Sr. Evaristo Meléndez, como buen hombre de familia mexicana, trabajaba de sol a sol en las oficinas de la presidencia de esa nonata ciudad, por lo que toda la gente le auguraba un futuro prometedor. Y sí.
                Cuando cumplí los diecisiete y poco antes de irme del hogar, todo estaba listo para que fuera presidente municipal del pueblo aquel, ubicado en el fondo de un hoyo; en medio de cuatro enormes cerros que casi lo desdibujaban del mapa y del resto del mundo. Con esto se podrá tener una noción de la calidad de vida que gozábamos, la cual no era excelente pero tampoco era mala y además, hay que tener en cuenta el oficio de político y sus ventajas. En fin, por aquellos días llegó uno en que me sentí repleto de felicidad familiar al grado de sofocarme y, simplemente, decidí fugarme; recorrer el mundo empezando por el mismo país. Salí así, sin una gran cantidad de dinero ni sueños por triunfar ni un sentimiento pequeño, ni siquiera un anhelo por encontrar lo que tenía perdido. Me fui con las ropas de encima y solo los primeros dos días viajé en autobús para alejarme y que mi padre, si me mandaba buscar, no me diera alcance. Era verano y pude dormir varias  veces sobre la noche. Los primeros años caminé tanto que olvidé para qué me servían los pies; comía lo que encontraba en el camino y algunas veces me detuve a trabajar por un par de días y conseguir algo de dinero, pagar una poca de comida o un lugar donde descansar. Cuando sentí que el tiempo pasaba más a prisa yo empecé a correr también. Ya no pedía ni buscaba la forma de conseguirme las cosas en los lugares por donde pasaba y en vez de eso comencé a robar primero y luego a lo que viene después. En mi paso por esta república de ciegos conocí cárceles y hospitales; hoteles, albergues y caminos desolados pero nunca me sentí tan bien. No era feliz y eso me bastaba o, en todo caso, era feliz a mi manera. Recorrí distintos lugares, volví a otros pero nunca del que salí por primera vez. Seguía pensando que volver no sirve de nada porque uno es cada vez más otra persona y por lo tanto, volver a veces no es volver. En cambio aprendía en cada ocasión un poco más de todo; sobre mí, sobre los demás y lo más importante, sobre algunos deseos extraños que la gente tiene.
                De pronto, en esta hermosa playa mexicana se cumplieron diez años de mi destierro y acabo de emprender mi propio negocio. Supongo que por eso es que recuerdo mi casa, mi familia y el terruño; porque ahora empiezo a llegar al lugar de donde huí: la felicidad. Como mi padre, también tengo a mi lado muchos niños pero a diferencia de él, estos no son míos, al menos no en ese sentido. No se si me explique porque resulta un poco incomodo. Solo puedo decir que ellos me dan la felicidad que a veces también me incomoda y son parte del negocio. Todo es más llevadero y placentero, cada vez hay más clientes, mexicanos y hasta extranjeros. Tal vez también por eso recordé a mi familia, porque ahora tengo algo parecido si se le mira con ojos muy abiertos. Tal vez por eso recuerdo cuando iba al catecismo e intentaba pensar lo contrario de lo que me enseñaban y en algún pasaje bíblico sentí que algo en mi mente se pudrió o tan solo me atrajo la idea de una vida diferente, al borde de un abismo que aún ni siquiera imagino. Aunque la verdad no entiendo este sentimiento de nostalgia y prefiero pensar que estos recuerdos son resultado de un delirio por venir, el cual, a su vez, me generará una falta total de memoria y entonces no sentiré ataduras, porque quién sabe, a lo mejor yo quería caer en un agujero más grande que aquel en el que se encuentra el pueblo que intento dejar en el olvido. Igual y pretendo recrear una felicidad diferente y por eso me resulta extraño pensar en aquellos años y volver, en cierto modo, al pueblo en el que encontré una vida que sabía, no podría vivir. 


viernes, 20 de abril de 2012

¿Dónde estás Mario?


Hubo lluvia. Dos bandas abridoras y miedo de perderme; de que empezaran a tocar y no estuviéramos juntos. 
Other Lives nos puso en sintonía relajada, casi etérea. Cuando terminaron fui por cerveza y de regreso la masa se hizo para adelante; se abrió un hueco, la lluvia arreció y no logré regresar al lugar donde me esperaba. Caribou electrizó el ambiente y los ánimos se elevaron a pesar de que no lo encontraba. Él guardaba mi impermeable en alguno de sus bolsillos, así que fui de los que más se mojó (con la lluvia). Pensé en la mala idea que fue dejar los celulares en el hotel. Antes de que Radiohead empezara a tocar me moví, lo re-encontré y esperamos. Me sentí aliviado de reconocer su cara en medio de la multitud, de reconocer su presencia casi como un niño redescubre el confort de su escondite favorito. A las diez de la noche los sonidos radiohedianos se distendieron entre gritos e histeria y me llegaron cargados de colores, de evocaciones e instancias de toda la vida. Set list no apto para fans villamelones. Cada canción un posible desasosiego, un temblor (ahora que están de moda), un derrumbe, un levantón, un recuerdo, una mordida del futuro hasta llegar de nuevo al silencio. Me fallan los sentidos para relatarlo a detalle mas no la memoria y el recuerdo es para mi, para él y para otros 25 mil algo que supera, supongo, lo imaginado. Tocaron mi favorita y el camino de regreso ya no fue el mismo. Tampoco el que me lleva hacia otro lado.   

sábado, 7 de abril de 2012

Nosotros los optimistas

Sí, dijo el hombre y entonces todo se perdió en tenues esperanzas. Se crearon las historias del Bing Bang, de Adán y Eva y de proféticas gestaciones. Los dañados atardeceres ya no podían frente a los prometedores amaneceres. Nadie quería pensar en el después, en la ceniza que caería en cada anochecer...Pero no, yo tampoco les hablaré de la sublimación que podría traernos un eterno final. Tómese esto como un casto inicio y el resto, déjelo para después.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Ejercitando el futuro, 1.0

De pronto llegó el día sin el sol y le dijeron que podía irse. Se percató de la oscuridad y aún así obedeció como una vez oyó que hacían los hombres: dejó que la intuición le señalara el camino para observarse los propios pasos; los que lo antecedían mientras su mente le dibujaba el escenario del mundo en el Siglo XXI. No eran tiempos difíciles, de hecho eran tiempos que habían dejado de serlo, al igual que el mundo; eran tiempos superpuestos: varias temporalidades al alcance del pensamiento para que cada quien escogiera el siglo, la década o el año especifico en el cual sobrevivir día a día. Así, la población de lo que antes fue el mundo se dividía y coexistía en distintas eras y en diversos escenarios. Obviamente ésta había sido una de las soluciones más positivas para la sobrepoblación y el desencanto de la inmovilidad en un mundo que se podría sin remedio.
                Bajo este espejismo salió al día que era noche porque la luz la construía quien quisiera; salió a la vida que se construía con el pensamiento básicamente del ayer. Había pasado dos días y tres noche en la prisión de la ciudad debido a que se robó una manzana, aunque en tiempo real habían sido tres horas y media. Para su mala fortuna era una manzana de verdad y para la buena no había alcanzado a morderla, a disfrutar del placer que ello pudiera provocarle provocando así un desbalance en el universo, pues el goce real, bastante pobre y en franca extinción, estaba bien racionado. Empezó a caminar pensando en la confianza desde la cual solemos creer que estamos bien y a pesar de que era reiterativo de nada le sirvió. Advirtió cómo alguien hablaba con su Dios, el holograma de un tal Jesús con aretes en las orejas, en la nariz, en el labio inferior y además con un tercer ojo en el centro de la frente. Creyó pensar: lo que nos sobrevive son las nociones y nosotros hemos dejado de serlo. Sintió entonces una punzada en el pecho, donde le habían dicho que solo tenía un gran  hueco y sin quererlo se vio forzado a cambiar la visión que había elegido para vivir ese día. La oscuridad se hizo inmensa y a fin de cuentas ya no supo por donde caminaba. Las horas se le habían terminado. En su cerebro la idea de finitud se incubó y en cambio una sensación de abandono, de incongruencia y a la vez de claridad invadió su naturaleza seudo-humana. Entendió que el futuro era una falacia del tiempo, un juego macabro en el que nadie recordaba a los profetas, un teatro donde nada cabía ya de Orwell, de Badbury o de Huxley porque se quedaron cortos, porque no hablaron lo suficiente del olvido como generador de la realidad.
                En el fondo sabía que no iba a morir; desde años atrás la gente no moría, se olvidaban a sí mismos y se creían otra persona. Vino a su mente la imagen de la manzana y un intento de añoranza le cruzó por los ojos al pensar en lo cerca que estuvo de reconocer el placer, cierto sabor tal vez a pecado. Se deshizo en cuestionamientos y como castigo retrocedió más de tres mil años. Nació en el siglo que había recreado, en un mundo donde viviría por décadas sin la oportunidad de acercarse al futuro del que había salido; sin poder enfrentar la visión real del mundo, esa en la que el porvenir se le cae a pedazos.   

sábado, 24 de marzo de 2012

"Durante un tiempo la Crítica acompaña a la Obra, luego la Crítica se desvanece y son los Lectores quienes la acompañan. El viaje puede ser largo o corto. Luego los Lectores mueren uno por uno y la Obra sigue sola, aunque otra Crítica y otros Lectores poco a poco vayan acompasándose a su singladura. Luego la Crítica muere otra vez y los Lectores mueren otra vez y sobre esa huella de huesos sigue la Obra su viaje hacia la soledad. Acercarse a ella, navegar a su estela es señal inequívoca de muerte segura, pero otra Crítica y otros Lectores se le acercan incansables e implacables y el tiempo y la velocidad los devoran. Finalmente la Obra viaja irremediablemente sola en la Inmensidad. Y un día la Obra muere, como mueren todas las cosas, como se extinguirá el Sol y la Tierra, el Sistema Solar y la Galaxia y la más recóndita memoria de los hombres. Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia". 

Roberto Bolaño, Los detactives salvajes.    

viernes, 2 de marzo de 2012

Aurora

La sacaron del vientre de su madre con fórceps y con mucha fuerza; al parecer no quería venir a este mundo y según la historia que nadie cuenta, nació dormida. Debido al empleo de esas pinzas la fisonomía de su cabeza sufrió un leve cambio: era algo angosta, alargada y hacía juego con el par de orejas que la acompañaba. Eran sus orejas algo más grandes que las de la mayoría de los niños de la calle en la que vivía y eran, por lo tanto, el signo físico que la identificaba incluso más que el hecho de caminar a veces con la boca abierta. Nació el día de un mes que trajo muchas tragedias al mundo y el calor era infernal, sin embargo, como suele ocurrir con la mayoría de los nacimientos, logró despertar una esperanza en sus padres a pesar de que ambos deseaban un primogénito varón.
El hecho de tener las orejas más grandes que la mayor parte de las personas jamás le ha traído grandes desilusiones, ni siquiera cuando sus compañeros de escuela la atiborran de insultos y burlas, las cuales suelen resbalar por un costado de su sonrisa adormilada sin daño alguno, como si no entendiera los ataques o, peor aún, como si no entendiera las palabras. Piensa que tal vez las trenzas que siempre le teje su madre en ambos lados de la cara y que le cubren las largas orejas, son también un escudo que la protege y le permite transformar los sonidos en ruidos inclasificables que nadie mas conoce. De este modo, y desde que empezó a salir a jugar afuera de su casa, se le puede ver cantando canciones en distintas lenguas; en idiomas de su invención que hacen indescifrables las melodías, los días y las noches.
Sus hermanos fueron naciendo poco a poco. Cuando ella cumplió los tres años de edad nació el primero, Valentín; cuando cumplió los cinco nació Sandro, Fabián cuando tenía siete. Nacieron así, como planeados por la Divina Providencia a decir de la abnegada madre y del no menos orgulloso padre. Sin embargo, en el corazón de Aurora algo pareció inquietarse pues había deseado una hermanita igual que ella, con cabeza de huevo y las orejas tantito caídas. Pese a todo, el malestar fue desapareciendo lentamente y sus tres hermanos  poco a poco le fueron dando satisfacción y muchas razones para ignorarlos. Por otro lado, los juegos con los niños vecinos y posteriormente las labores de la escuela, en menor medida, le fueron ocupando los días pero no la oportunidad de distraerse con aquello contrario a la realidad, pues su imaginación fue siempre una de las más desproporcionadas que se hayan visto por este lado de la conciencia, incluso a veces tiende a confundir el tiempo. 
En esta parte de la ciudad, donde la mayoría de los días son lánguidos y a menudo se va la luz, Aurora suele imaginar. Imagina que no es la mayor de cuatro hermanos, de los cuales tres son hombres y ella la única mujer; imagina que vive en un lugar donde la gente es tan libre como los animales y sobre todo, imagina que la oscuridad no es negra, sino blanca, y que los adultos no han perdido del todo la inocencia. En cada ejercicio de imaginación la niña aprende un poco más y la vida no se le atraviesa de manera grotesca todavía, cierra los ojos y de pronto hay cientos de caballos por toda la ciudad. Sobre el asfalto y entre las calles resuenan las patas sin herrar y entonces ella comienza a correr junto con ellos tan plácida como arduamente para que la furia, que alcanza a mirar con el rabillo de los ojos, no los alcance. Llega hasta la casa bañada en sudor, agitada y sin comprar los encargos que la madre le ha pedido traer de la tienda que se encuentra a varias cuadras de su vivienda, inmueble de cuatro habitaciones y un amplio patio en el que vive un naranjo y bajo el cual a veces Aurora duerme. Entre jadeos ruega porque mande a uno de sus dos hermanos que ya pueden ir pero su madre, como castigo, la hace regresar a la tiendita a regañadientes. Yo la veo pasar con ese vestido blanco de una pieza que tiene dos bolsas delanteras cuadradas y dos dibujos de duendes en cada una; con las hombreras como globos y sus zapatos de charol, blancos también. Las eternas trenzas que ahora le llegan casi a la cintura.
Una vez platiqué con ella. Me contó que le gustan las noches de luna llena, caminar bajo los puentes y ahí soltarse de la mano de su mamá cuando van al centro de la ciudad; los colores café y gris y voltear casi siempre para atrás. Le atrae mirar las fotografías y tratar de hacer que las figuras se muevan; oír las conversaciones de los mayores y pensar que pasarán otra vez, o mejor muchas. Pone atención en las palabras nuevas, las cuales repite incansablemente y las usa sin saber ni el significado ni la relación que tienen con lo que quiere decir. Después abrió las piernas sin darse cuenta y le vi sus calzoncillos blancos.
Con el paso de pocos años Aurora se ha convertido en una niña singular, en una niña con un retraso encantador, un retraso que parece ir a la delantera de nuestros pensamientos y nuestra realidad. En cierta ocasión, mientras jugaba a las escondidas con los niños de la calle, se quedó pensando dentro de  su escondite -unas ruinas de una casa que jamás han terminado de construir- sobre las arrugas del abuelo, en su joroba y en el poco pelo que ya tenía. Supuso que había hecho algo muy malo para haber recibido el castigo de lucir de la manera en que lo hacía y entonces se le fueron las horas sin darse cuenta. Sus amigos la olvidaron y su madre tuvo que salir a buscarla, incluso varios vecinos salimos al escuchar los gritos de la mujer y cuando la encontramos, la señora Teresa se la llevó agarrada de una trenza para dejarla sin cenar pues la noche había caído sin estrellas.  
Yo digo que por las noches sueña con vestidos de pedrería y oboes de plata, o a lo mejor así es como la sueño yo. Al parecer está creciendo pero en el siguiente instante persigue por horas a una mosca que llega hasta una calle que sirve de basurero, la mira disfrutar del manjar y deambular con una tranquila prisa sobre la porquería, saborearla y perderse otra vez en el aire. Entonces regresa a casa para notar que la comida es dañina para el cuerpo humano pues no los hace volar.
En esta época de lluvias fue un placer verla salir del escondite en que se convierte su casa. Sale en el momento exacto en que la tarde deja de serlo y se convierte en algo que no es del todo noche y, parada bajo el poste de la luz mercurial, espera los relámpagos y los truenos de la tormenta con ansia. Cuando las gotas de lluvia inician su descenso, ella gira sobre el poste cantando una canción que nadie entiende mientras sus trenzas brincan como si danzaran por sí mismas. Luego sus hermanos, uno a uno, desfilan para tratar de regresarla a casa pero ella suele resistir. Primero es el turno del menor, el cual ya no es tan pequeño pero fracasa en el intento y se vuelve con algo de tristeza y puchero en el rostro pues los estados emocionales de su hermana aún no los puede entender. Sandro, el de en medio, va por ella sin ganas pues poco a poco se ha acostumbrado a ver el mismo espectáculo y ahora está algo harto. Valentín, el mayor, hace días que ha dejado de insistirle que regrese. Piensa que al fin y al cabo no pasará de sufrir una gripe como tantas otras en diferentes ocasiones, o que tal vez un rayo la parta en dos (piensa con miedo de que su madre le descubra estas reflexiones). Solo la mamá, y en contadas ocasiones el padre, logra llevarla hasta la puerta de la vivienda gracias al par de trenzas que le sirven de agarradera. Así Aurora, no pudiendo resistir con la fuerza de sus brazos enlazados al poste la fuerza que ejercen los adultos, cede su voluntad y se deja conducir hacia el interior de su hogar sin dejar de mirar cómo caen las gotas desde la oscuridad y cómo solo bajo el cobijo de la luz puede verlas precipitarse.  
De este modo ha transcurrido la infancia de Aurora, quien al nacer y según ideas de la madre, sería quien le ayudara con el cuidado de los hijos menores. No obstante esta maquinación mental del ingenio maternal, las cosas no salieron como se esperaba, o más bien Aurora, con su encantadora ingenuidad, mandó al traste las intenciones de su progenitora al preguntarle, mientras cargaba en sus pequeños brazos a Sandro -quien dicho sea de paso era demasiado llorón-, si los bebés no se rompían cuando uno los aventaba contra el piso. La señora Teresa alcanza a distinguir un movimiento en los ojos de la niña y descubre cual es la siguiente acción que se forma en el cerebro de la chiquilla. Inmediatamente extiende sus brazos y atrapa el cuerpo del bebé que ha sido dejado por los brazos de la niña sobre el viento. Entonces Aurora se olvida del asunto en el segundo subsecuente pues ha escuchado los gritos del ropavejero y corre hacia la ventana para verlo pasar. Éste, fue uno de los primeros indicios que recibió la señora Teresa acerca del gran conflicto de intereses de su hija, acerca de la enorme carga de imaginación de la pequeña que le hace transformar su realidad.                    
Yo puedo decir que la he visto crecer. Hace un par de semanas cumplió los diez años y poco a poco ha dejado de salir a correr por en medio de la calle. Digamos que yo tampoco salgo mucho pero ha resultado extraño no verla vagar por aquí. La última vez que la vi me pareció que algo estaba cambiando, que sus orejas ya no estaban tan caídas y sus trenzas habían desaparecido. Ya no me acerco ni a su casa ni a su madre, solamente me entero de sus cosas por medio de los chiquillos que algunas veces entran en casa de los Buenaventura y no sé porque no dejo de presentir que algo anda mal.
De pronto la veo jugar y salgo a platicar con ella, está sentada con dos hormigas en las manos y con otro vestido blanco. Sin darse cuenta abre las piernas como aquella vez que no me he podido borrar de la memoria y desafortunadamente mis ojos constatan lo que mi corazón había temido en otro momento: una mancha roja en sus calzones, una señal que reduce hasta evaporarse mi amor y mi atracción por ella pues sé que ya no cantará en las noches y bajo la lluvia, amarrada al poste de luz, canciones que nadie entiende. Doy media vuelta y me voy dejándola con las manos hacia mí, intentando mostrarme como hace platicar a una hormiga con la otra.  

martes, 21 de febrero de 2012

Umbral

“Lo primero es el secreto del nombre, de la esencia. El numen la clave del ensueño y la alteridad el fin”, pensaba mientras palabra por palabra, letra por letra, creía descifrar ese otro mundo que habitaba.   

sábado, 4 de febrero de 2012

Una crónica sabatina

Es después de mediodía y salgo rumbo al centro de la ciudad, hacia el lugar donde trabajo. Por ser sábado, el camión no va atiborrado como es costumbre y puedo disfrutar de una lectura apacible mientras escucho música. La sensación es de apacibilidad. Hace buen tiempo, con sol y nubes. Delante de mí un par de niños ríen y platican cosas que no escucho pero intuyo, tienen alrededor de tres y cinco años y son niño y niña. Sus padres viajan en los asientos de atrás y en algunos lapsos escucho palabras y ordenes que los niños hacen como que no oyen. No estoy alterado porque estos lapsos son efímeros y The National, Radiohead y Pulp amortiguan todo, o casi. En cierto momento el transporte llega a una intersección y empiezan a verse automóviles aparcados en diversos sitios y de manera irregular. En este cruce se erige un puente que hace gala y representa un supuesto desarrollo tanto social como económico y desde aquí parte la carretera libre hacia Cd. Juárez. Mientras el autobús avanza lentamente la inquietud de las personas por saber qué sucede se manifiesta y las cabezas empiezan a levantarse un poco, a moverse hacia los lados e incluso agacharse un poquito. Y lo que sucede no es algo extraordinario: la volcadura de un auto blanco. El coche estaba en medio de la carretera, bajo el puente y con las llantas hacia arriba y como es de suponer, en el camión surgieron los murmullos y las miradas se asombraron durante un momento, mientras hacíamos el camino y disfrutábamos de la vista. Yo, que también había sido poseído por la curiosidad, luego de saciarla regresé la vista hacia el frente y encontré la cara del niño asombrada y dirigida hacia la parte trasera del camión, hacia el lugar donde estaban sus padres. En ese rostro había un asombro cargado de emoción y justo en ese instante emitía, a manera de susurro, estas dos palabras que parecían dichas sin decirse, o al menos así las leí yo: “Un Muerto”. Inmediatamente todo fue quedando atrás, incluso esas palabras que desde mi perspectiva no fueron dichas sino dibujadas. De pronto un adormecimiento me asaltó. Los ruidos que los pequeños de enfrente hacían no me molestaban gracias a, como ya dije, la música que brotaba de mis audífonos. Sin embargo, esta calma fue rota por un conato de accidente que me enmudeció. Llevaba la cabeza recargada sobre el cristal de la ventana y antes de cerrar los ojos apareció un motociclista queriendo rebasar nuestro medio de transporte, del lado de un pequeño camellón que sirve para dividir la calle principal de la lateral. En ese preciso momento el camionero realizó una maniobra consistente en mover el pesado transporte de un carril a otro sin ver la motocicleta que avanzaba a la misma velocidad y ya muy replegada. El camión estuvo a punto de derribar al conductor de la moto, le rozó el manubrio derecho y solamente se escuchó un ruido sordo. La rapidez del suceso permitió que el conductor se quedara atrás, con un susto desmedido pero remediable, o eso espero. Lo extraordinario, y generado también por esa misma rapidez, fue que no pude articular un grito de alarma ni una palabra de atención hacia el chofer del camión. Solamente me brotó un sss cuando advertí el peligro en que se encontraba el sujeto de la moto al sentir la impotencia de que un animal mecánico de ese tamaño se le viniera encima y únicamente atinó a levantar su mano derecha en un intento desesperado e inútil para detener el autobús. Supongo que la misma sensación paralizó a los que, como yo, notaron el incidente. Pocos en realidad. De este sobresalto pasé a recordar cosas sin sentido y otras no tanto. Llegué a donde tenía que llegar y me senté a trabajar. Por inercia chequé los noticiarios y abrí Facebook. Empezaré por ahí y destacaré la publicación de Víctor Velo relacionada con el nombre de nuestra Generación para la graduación de Letras Españolas. A saber, Cesar Duarte Jaques. Sinceramente no había tenido oportunidad de quejarme, incluso había superado el disgusto inicial imaginando que era una broma. Pero es más, creo que no lo haré y me quedaré con la satisfacción de haber terminado una hermosa licenciatura que me trajo demasiado (incluyendo excelentes amigos) y no con el mal sabor de boca, la incomodidad y el malestar que me provocan todos los políticos de mierda de este país. Así las cosas, la tarde no pintaba bien. Y hay más. En diarios digitales la noticia era otra masacre, esta vez nueve (creo y tal vez contando) en un antro de la ciudad. Otros cuatro en un bar. Luego vino otro malestar. Imposible no relacionar los hechos con los hombres de poder, con los que quieren más, con los que manipulan, nos gobiernan y protegen (obviamente es un decir). Imposible no relacionarlo todo con nosotros mismos también, con esta sociedad adormecida por el ruido de las balas y las sirenas de ambulancias y patrullas. Imposible no relacionar este malestar con los hombres que necesitan reconocimiento, con aquellos que se los dan aunque sea en el nombre de una Generación de estudiantes inconformes por su realidad. Imposible creer que estos hombres merecen ser glorificados por hacer SU trabajo, mal hecho por cierto. En fin, abrí otra página con el informe de un accidente acaecido en el entronque de la carretera a Cd. Juárez y la calle Tecnológico. Accidente que casi presencié. El asunto es como sigue: un hombre roba un automóvil, es detectado por las fuerzas policiales y perseguido. Logra llegar hasta el punto en cuestión pero en la huida pierde el control, el auto gira (supongo), empieza a dar vueltas en el aire o se embiste contra la estructura del puente -en realidad esto lo desconozco- y el ladrón sale disparado del vehículo. Para su mala fortuna, el coche le cae encima y le provoca una muerte instantánea. A pesar de lo fuerte y sorprendente que resulta una nota como esta quiero señalar algo más: el resultado de una serie de incidentes que han generado personas deshumanizadas y una sociedad que ya no se sorprende con nada o que está dispuesta, así como a glorificar hombres sin merecerlo, también a condenarlos sin juzgarlos. Al final de la nota, en los comentarios, fue posible leer esto: “alegraos sociedad una rata menos hoooo justicia divina!!”, “tas canijo bro me ganaste el comentario jajaj” (respuesta), “UNA LACRA MENOS” (misma respuesta del mismo tipo anterior) y “justicia divina !!! ojala y asi fuera siempre...”. Estos comentarios tuvieron, además, varios “likes” que amplían la visión y postura de los comentaristas. Mi siguiente pensamiento y reflexión fue relativo a esta sociedad que conformamos hoy. No es que trate de defender al ladrón pero considero alarmante celebraciones de este tipo cuando se trata de la muerte de un ser humano, independientemente de sus actos. Lo anterior también me trajo a la mente la frase antigua de “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, la cual no quiero creer y sin embargo siento que algo no anda bien.         

martes, 31 de enero de 2012


Hay poesía que brota de los poros
si se mantiene fija la mirada,
si se lucha en contra del diabetes
y se guarda un verso para el final 
en la entrepierna. 

viernes, 6 de enero de 2012

Hay dudas que no matan pero como inquietan.

Amaneció y yo quiero saber a qué huele cierta música, dónde dejé la chispa de la infancia y porqué no hay días que sean todos noche. Cómo escribo un currículo en que resalten los colores a pesar de preferir el negro y conseguir el puesto para escribir los guiones de tus sueños. Quién raciona el tiempo que creemos nos pertenece. Quién tiene más hoy: los ayeres, la nostalgia, la memoria o el olvido. Quiero saber cuándo se acabará el principio, dónde empezó y para qué. Cuánto mide un gran final y quiénes serán los finalistas. Cuándo arderán todos los puentes.  Cuántos caminos tienen el mismo rumbo, cuántos cuantos son un límite, cuántos una mediocridad. Dónde se esconden los misterios, si se consuelan unos a otros o se pelean por engendrar intrigas. Por qué un te amo a veces no es suficiente, por qué a veces sí lo es. Cuándo es hora y en qué segundo el mundo no me hablará más de ti. Qué pasa por tu cabeza, qué piensas justo ahora que yo estoy pensando en ti y por qué solo han pasado tres minutos desde este amanecer. 

martes, 3 de enero de 2012

Aprendiendo a ir al baño

—…Créeme si te digo que desconozco esta risa tanto como la razón de que el todo sea compuesto por partes, luego aparece la oscuridad y me complico la noche tratando de encontrar el nivel de importancia en el quién, el qué o el cuándo.  No pienses que divago, bueno si, aunque yo intuyo que solo estoy aprendiendo a envejecer.   
—Esa risa es una falsa historia y no todas las historias fracasan cuando se intenta contar la verdad.
—Nada importa si no se cree en ella, y yo no lo hago
— ¿Entonces?
—Pues hay quien dice que los viejos son sabios
—No entiendo….
—Pues que me estoy haciendo viejo y a mi me gusta la mentira
—Lo más interesante es que has dejado de llorar
—Es que llorar es veraz y por eso mejor me río
— ¿Así o más patético?
—Llámalo como quieras pero al final todo alrededor será malsano. Esta palabra me gusta, malsano.
—Me sorprendería que te gustara otra….por ejemplo… ¿originalidad?
—Tu gracia no es precisamente divina ¿eh?
 —Ja, pues tu desgracia tampoco
¡Jorge, sal del baño ya, ¿Por qué no entras como la gente normal, a masturbarte y ya?!