martes, 30 de julio de 2013

Hace poco se filtró el último disco de Goldfrapp y mientras veía el video de la canción Drew pensé en la frase aquella de <el rock está muerto>. La veracidad de tal comentario carece de relevancia a estas alturas ya que desde sus inicios, el rock como tal, ha tenido fisuras que lo emparentan con diversos géneros e incluso algunos exponentes han sabido sacar provecho de esa delgada línea que lo separa, por ejemplo, del pop (iba a poner: sin ir mas lejos los Beatles, pero en este caso no aplica, por lo de lejos, digo).

Decir que el rock ha muerto es un atrevimiento, y aunque es probable que haya argumentos tanto a favor como en contra, lo que resulta innegable es que la música, como todo, se transforma.


Para el rock esta transformación llegó con el sintetizador y la electrónica, además de músicos arriesgados y empeñados en descubrir nuevos sonidos (sí, aquí lean, entre otros, a Bjork) así como infinidad de fusiones y desviaciones. Y pese a todo seguimos usando las etiquetas, pero sobre todo, y esto es lo importante, seguimos confiando en eso que nos provoca la música, en especial alguna voz tan peculiar que resulta inconfundible e inclasificable aunque no siempre necesaria. Como ejemplos podría mencionar a varios ya que dentro del universo musical existen infinidad de opciones, modelos y gustos pero en este momento (aunque parezca que no, estoy trabajando) los que viene a mi mente son CocoRosie (que traen nuevo disco, o no tanto pero ha resultado una gran sorpresa), Antony and the Johnsons (que, bueno, es él), Golfrapp y Boards of Canada. Todos con disco este año excepto Antony, año que a muchos nos ha hecho felices musicalmente, y eso que aún no termina.  


CocoRosie: Child Bride.



Antony and the Johnsons: Cute the world.



Goldfrapp: Drew.



Boards of Canada: Reach for the Dead.


jueves, 11 de julio de 2013

De modo que caíste en el veneno de la literatura y revolviste polillas y papeles sin encontrar nada. Y todo no fue más que una suma de interrogantes no contestados que agitaron más tus inquietudes ya habituales. Y quisiste saber. Y preguntaste. Y seguiste investigando sin que nadie te pudiera decir nada, sino que dejaras esas lectura que mucho tenían de sacrilegio y de locura. Y así fue como empezaste a pronunciarte contra todos los que te criticaban…Caíste en ese pozo sin escapes que son las letras y te sentiste cada vez más solo y melancólico. Y te fuiste declamando, a través de puertas irreales, e investigando sobre cosas de las que muchos ignoraban su existencia.  

Reinaldo Arenas,
El mundo alucinante. 

martes, 2 de julio de 2013

Celebración, El gobierno (Dos) y Estipendio

Celebración
La tía Bernarda comenzó a llorar de seis a siete de la tarde todos los días y sin que supiéramos por qué. Al principio el tío Joaquín le decía cosas como: “lo siento, pero ya te dije que todo va a estar bien” y luego se alejaba de la puerta de la recámara de su esposa con expresión maquiavélica. Eso se convirtió en una costumbre para todos, sobre todo para la tía Bernarda. Lo raro fue que siempre estaba feliz, y cuando terminaba de llorar, salía de su cuarto con una cara esplendorosa; con el cutis renovado y una sonrisa encantadora.
¿Por qué llora usted todos los días?, le preguntaron en una ocasión.
Es una forma de agradecer y manifestar mi bienestar, respondió.
Al siguiente día todas sus conocidas en el pueblo comenzaron a hacer lo mismo, y durante algunos meses, dejaron de escucharse las campanadas de la iglesia que anunciaban misa para dejar oír el llanto de casi todas las mujeres que vivían por entonces en los hogares felices.
Bueno, al final es casi lo mismo, dijo el padre con beneplácito.  


El gobierno (Dos)
Las tres mujeres que lloraban más fuerte aparecieron muertas en las afueras del pueblo. El Gobernador regaló tres bicicletas y con eso nos olvidamos del asunto. 


Estipendio

Al tío Joaquín le tocó la bicicleta más grande, mas vistosa y la más veloz ya que la tía Bernarda fue la que lloró siempre más, y más alto. Siempre que podía la presumía, sobre todo en las noches en que salía a pasear con los otros dos viudos ganadores. En esas ocasiones se ponía siempre a la delantera y ninguno de los paseantes se dignaba dirigir la palabra a nadie que no perteneciera a ese club. Poco a poco se disputaron entre ellos mismos el mando del grupo, y un día que mi tío Joaquín le puso una canasta morada entre los manubrios a su bicicleta, sus compañeros lo corrieron de la banda porque según ellos, eso afectaba la ideología de la asociación. Entonces se sintió muy solo y se dedicó a llevarle naranjas a la tía Bernarda que descansaba ahora, muy sorprendida creo yo, en su propio sepulcro. Llenaba la canasta morada y  hacía muchos viajes en el día, cuando no se topaba con sus antiguos camaradas y hasta sentirse agotado. Se las llevaba porque a ella le gustaban y también, dijo antes de tener el accidente que le costó la vida (chocó en su bicicleta contra un poste de luz mercurial, cuando instalaron la electricidad), para que lo perdonara y sobre todo, lo pusiera en bien con lo que fuera que se iba a topar allá, de aquel lado de la cosa que nos pasa casi sin querer.