Hace poco se filtró el último disco de Goldfrapp y mientras
veía el video de la canción Drew pensé en la frase aquella de <el rock está muerto>. La veracidad de tal comentario
carece de relevancia a estas alturas ya que desde sus inicios, el rock como
tal, ha tenido fisuras que lo emparentan con diversos géneros e incluso algunos
exponentes han sabido sacar provecho de esa delgada línea que lo separa, por
ejemplo, del pop (iba a poner: sin ir mas lejos los Beatles, pero en este caso
no aplica, por lo de lejos, digo).
Decir que el rock
ha muerto es un atrevimiento, y aunque es probable que haya argumentos tanto a
favor como en contra, lo que resulta innegable es que la música, como todo, se
transforma.
Para el rock esta transformación
llegó con el sintetizador y la electrónica, además de músicos arriesgados y empeñados
en descubrir nuevos sonidos (sí, aquí lean, entre otros, a Bjork) así como
infinidad de fusiones y desviaciones. Y pese a todo seguimos usando las
etiquetas, pero sobre todo, y esto es lo importante, seguimos confiando en eso
que nos provoca la música, en especial alguna voz tan peculiar que resulta
inconfundible e inclasificable aunque no siempre necesaria. Como ejemplos podría
mencionar a varios ya que dentro del universo musical existen infinidad de opciones,
modelos y gustos pero en este momento (aunque parezca que no, estoy trabajando)
los que viene a mi mente son CocoRosie (que traen nuevo disco, o no tanto pero
ha resultado una gran sorpresa), Antony
and the Johnsons (que, bueno, es él), Golfrapp y Boards of Canada. Todos con disco
este año excepto Antony, año que a muchos nos ha hecho felices musicalmente, y
eso que aún no termina.
CocoRosie: Child Bride.
Antony and the Johnsons: Cute the world.
Goldfrapp: Drew.
Boards of Canada: Reach for the Dead.