sábado, 29 de noviembre de 2014

Kerouac me prestó casi todo un poema

Soy un extraño sin felicidad
Con los ojos agobiados porque el mundo
Se ha vuelto demasiado.

Estas no son palabras mías
Pero me visten a la perfección
Y creo, además, que
Algunos ni lo sabrán:

Tengo yerba santa.

Y en ocasiones vuelo lejos
Y luego me estrello
Y entonces te encuentro justo
Como me gustas. 

Pero las diferencias nos reservan.
Los sueños grises se convierten
En pensamientos azules para impresionar
Para llegar al último rincón del mundo
Y entonces alguien me diga que soy un importante.

Ahora me siento cómodo sin honor
Y cuál es el conflicto:
Si me emborracho tengo sed
     _si camino mi pie se rompe_
     _si sonrío mi máscara es una farsa_
     _si lloro sólo soy un niño_
     _si recuerdo miento_
     _si escribo, ya todo fue escrito_
     _si muero, la muerte llega a su fin
     _si vivo, la muerte recién comienza_
     _si espero, la espera es más prolongada_
     _si parto, la partida ya no existe_


No puedo despegarme un Beat
Como tampoco la idea de un bienestar
Que desdeño.


Algunas ilusiones han sido proscritas luego de     prostituirse.

domingo, 2 de noviembre de 2014

¿Me desafías, insolente Barbitúrico?
Sire, su abuelo ha muerto, el viejo Nembutal.
Las estrellas llorarán por Nembutal...
¿No son dignos de un rey
la Aureomicina y el Formaldehído, 
No es digno de un rey
Cabalgar triunfante por Anfetamina? 

-S. Rushdie (o alguien).

sábado, 1 de noviembre de 2014

Los Interesados


I
Cuando pensé que ya no había por qué correr detuve mis pasos sobre avenida Revolución, antes del paso a desnivel y justo en el cruce donde permanece el espíritu del teatro Fantasmagórico, frente a una Basílica. Ya no distinguía una partícula siquiera de aquel espectro, su esencia había desaparecido por completo. Apenas crucé las puertas distinguí la soledad. Creo que eso, la soledad, es lo mejor. ¿O será la oscuridad? El lugar siempre está vacío y eso reconforta; quizá en verdad nunca nadie se pregunta por qué está solo todo el tiempo y podemos venir aquí, los Interesados.  
Apenas entré busqué mi esquina favorita. Caminé despacio, con una tranquilidad que todavía reconozco y eso me hizo sentir mejor, me tranquilizó de inmediato. Me senté pero aún no quería cerrar los ojos, así que me concentré en palpar el espacio pues notaba algo distinto. He estado en este mismo lugar algunas veces más, las suficientes para percibir una mínima diferencia incluso en el aire aunque esta vez sea más un presentimiento, eso de lo que hablé en una de las otras vidas con Billy Pilgrim, la única persona que recordaba, como yo, el significado no solo de la palabra sino también la sensación. De esa y de algunas otras más.
Un escalofrío me sorprende, algo que me sucede muy esporádicamente ya también y entonces recuerdo toda la inquietud que me aterró minutos atrás. El pulso se me acelera y comienzo a desconfiar otra vez. La inquietud va a regresar, me digo, y luego pienso que ojalá todo se resuelva con un traslado. Si me envían a lo que era la vieja Delhi, buscaré asesoría en la Mezquita más amplia. Recuerdo dónde me encuentro y la calma intenta volver. Me digo que es el lugar pese algunas sospechas que me hago callar.

Lo mejor de aquí es la oscuridad.

Debo cerrar los ojos pero por una razón que desconozco me resisto y me pongo a pensar en lo que hice y en lo que he estado sintiendo, en esa sensación de no saber qué hacer o decir pese a estar ya todo determinado. Una sensación de extravío siempre. ¿O era exterminio? Casi me escucho pensar que toda esta oscuridad me parece no esconder lo de siempre. Quiero pensar que no habrá consecuencias funestas pero no logro evitar un alto grado de inseguridad.    
Debo cerrar los ojos, lo sé. No lo entiendo pero debe parecer que no importa, siempre ha sido como dejarse ir de espaldas. Me aferro a la banca con una mano en cada costado, recargo mi nuca en el aire lo suficiente para apreciar un mínimo de comodidad y me apago. Luego me visualizo en esta misma banca y escucho pasos que se acercan. Alguien llega hasta mí, se sienta a la siniestra e inhala un poco de aire. Lo expulsa con cansancio o fastidio, cosas que parecen ser lo mismo pero antes fueron distintas. Tengo los ojos cerrados; sé que esto no está pasando pero sé que pasará; sé que lo veo pero también sé que no: entiendo que acabamos de abordar una línea temporal superior.   
—Siempre he pensado que usted no sabe lo que significa ser un Interesado. O bueno, prefiero creer que lo adultera y lo evita y, desgraciadamente, eso parece que no importa mucho ya. Esta es la quinta vez que atendemos su llamado; y sí, también es nuestro trabajo, pero recuerde que es precisamente esta clase de conflictos lo que tratamos de evitar.
—Lo siento, esta vez ha sido distinto —digo con bastante dificultad.
—Eso lo veremos —me responden. Luego siento cómo reposa lo que creo es una cabeza en el respaldo de la banca y me quedo quieto, esperando que inicie y termine la Introspección. Escucho la voz que oía unos segundos antes ahora dentro de mi cabeza y me inmovilizo pues esto nunca ha sido placentero. No es cómodo que alguien, o algo, zarandee tu memoria. Siento, con la mirada oculta, cómo seleccionan la parte del tiempo que me trajo hasta aquí y alguien la comienza a desplegar.


II
Me encontraba en un sector del centro número cinco de la ciudad, sobre una calle gris pero nada vacía. Había llegado con anticipación, por lo que caminaba en círculos, tratando de mantener mis pensamientos en instantes precisos. El ambiente parecía de invierno y el mundo lucía distinto a como se sentía, era como saber que es una hora pero el momento es diferente a como debería ser. El color ámbar primario, supuesta reproducción del siglo XIX predominaba.  
Tendré que caminar un poco mientras la espera se desarrolla, pensaba, cuando lo vi aparecer algunos bloques adelante. Lo reconocí porque acaba de leer su reporte, no porque le conociera; identifiqué primero el color café de su traje de martes y luego su caminar arrítmico. Instantes después estuve seguro de su identidad porque una de las rodillas se le quebró. También eso decía el reporte y era, realmente, lo importante pues significaba que tal prototipo sería inservible a partir de ese momento y había que suprimirlo. Eso hacemos algunos Interesados, como dicen que comenzaron a llamarnos cuando el tiempo perdió su cualidad esencial, por no decir temporalidad.  
Aún no era de noche y parecía llover; parecía invierno, insisto, sin embargo, el sol todavía calentaba y en el asfalto se demoraba esa ilusión concerniente a la oscuridad. Todo es parte de mi compromiso, pensé. No obstante, eso no bastó para evitar el nacimiento de una pequeña culpa, aunque de ascendencia distinta. Cuando el viejo estuvo a punto de caer, la gente a su alrededor se apartó, buscando la presencia de alguno de nosotros y desafortunadamente yo ya me encontraba ahí. Me abrieron paso y llegué hasta el hombre en el instante justo en que caía al suelo, sobre sus rodillas: símbolo reconocible como rebelión. Invertebrado, pensé luego pero lo olvidé al instante (lo conseguí notar esta vez, desde esta otra perspectiva). El registro de un recuerdo se desplegó. En él constaba que yo memorizaba todo y luego, abruptamente, el rostro del anciano. El ángulo era el que habían empleado mis ojos y justo en ese momento apareció en el aire la alerta sobre mi impulso, perseguida y alcanzada por éste último: en vez de solo arrancarle la cabeza, se la golpee con la suficiente fuerza para dejarlo inconsciente un par de segundos. Cuando me percaté de ello era tarde ya: una figura infantil había re-aparecido de la nada. Luego vino un desequilibrio en los alrededores de todas las historias que ya conocía, de todas en las que había participado. Parecía que una conmoción extraña lo amenazara todo, que una bestia se agazapara detrás de cada luna. Nadie dijo nada, en todos los tiempos todas las personas y todas las cosas con las que coexistía guardaron un silencio desconocido por lo inusual de la situación. No sabía quien estaba juzgando, sentía solo presencias, pequeños murmullos. Llegué a sentir también cómo cada ojo se dirigió de inmediato a la escena que sucedía una vez más, como todas, y apareció en un primer plano general el fantasma de una niña de ojos negros y convexos. Fue ahí cuando me paralicé, cuando dejé por completo de entender algo y un sentimiento desconocido me invadió porque eso era un recuerdo no registrado y al parecer me pertenecía. Esta vez la reconocía como otras cuatro imágenes que ya había visto antes, en otras líneas, solo que nunca la vi tan cerca, tan decidida, o tan descarada. No conseguía saber más, solo sabía de un dolor en el pecho que se extendía por todos mis nervios, que me golpeó hasta casi derribarme; un dolor que no cabe en ninguna definición. Sin embargo el recuerdo, la relación, el dato preciso se me resistía. Sentía algo, eso, pero no encontraba causas ni efectos ni nada más que me pudiera ayudar.
Nadie pronunció palabra hasta que la niña se movió, solamente entonces fueron perceptibles los murmullos, luego las exclamaciones de alarma cuando el fantasma me miró a los ojos y no pude registrar nada concreto, tan solo esa sensación sin procedencia. Para ese momento había olvidado la línea temporal que habitaba y por lo tanto al viejo que mi memoria había dejado inconsciente. Cuando recuperé la situación el anciano ya no estaba, pero el fantasma de la infante seguía ahí, y esta vez me sonreía. Creí adivinar que en ese instante huiría, atravesando la calle para mezclarse con otras personas. Cuando lo hizo pensé en ir tras al viejo y finalizarlo pero instintivamente perseguí a la niña de ojos grandes. Fui tras el espectro; milenario error. Lo perseguí por muchos bloques de gente, concreto e incluso tiempo pero no logré darle alcance. Desapareció tan pronto que me costó un par de segundos darme cuenta de que lloraba, de que el pecho me iba a explotar porque parecía que el dolor de todos los mundos lo acababa de invadir. Si la aparición de la niña me perturbó en gran medida, ahora que desparecía, esa sensación parecía duplicarse al menos. A ese dolor sin nombre se le añadía la ausencia de cualquier recuerdo excepto las otras cuatro imágenes que nada decían en realidad y únicamente llamaban al caos.
                Me vi de nuevo afuera de este recinto. Las alarmas encendidas no evitarán mi desastre, al contrario, me pensé pensando que pensaba; luego me vi entrando, sentándome y cavilando. Escuché entonces la voz que me hacía abrir los ojos a través de una pregunta.


III
                —¿En qué pensaba?  
                —¿Cómo?
                —¿Qué pensaba en ese instante?
                —Nada en particular.
                —No mienta, usted y yo sabemos que usted, Interesado, presiente algo.
                —¿Entonces es cierto?
                —¿A  qué se refiere?
                —A los presentimientos.
                —Lo ve, acaba de darme la razón.
                —Ya se lo dije, nada en particular. Oiga, yo creo que todo eso de la Introspección no es nada más que un ejercicio de memoria.
                —Mire, eso tampoco es cierto, y también usted y yo lo sabemos. Las perspectivas de varias líneas temporales brindan siempre una alternativa o nutren una idea preconcebida. Usted pensaba algo antes de que yo llegara e hiciéramos este “ejercicio memorístico” y piensa algo más ahora, casi está seguro de algunas cosas de las cuales no debería ni sospechar.
                —Pensaba en el presentimiento, en los recuerdos y en el olvido; en una plática que tuve con Billy Pilgrim.  
                —El señor es irrelevante. El señor Pilgrim, quiero decir.
                —¿Cómo puede serlo si es viajero del tiempo, si conoce todo lo que sucede, lo que sucederá y ha sucedido? Hemos platicado y debo confesar que admiro su memoria, aun reconociendo que ésta y todo el conocimiento que posee son consecuencias de sus cualidades pero, ¿se imagina usted si todo lo que sabe lo supiera únicamente porque no lo ha olvidado? Es decir, qué magnifica sería aquella memoria si pudiera conocer cada momento que sucede a lo largo de sus vidas y no únicamente debido al hecho de haberlas vivido infinidad de veces, de poder viajar a través de ellas. Lo cierto también es que he pensado que la importancia de los recuerdos no puede ser así de exigua.  
                —Vaya, al fin. Sepa que tengo el poder de ver cómo a mis interlocutores se les traslucen los pensamientos pero también resulta necesario que se empleen palabras, ya sabe, como emblema de humanidad. Y ahora, mejor recuerde esto, porque parece que se le ha olvidado: “un día la sabiduría fue incompatible con los recuerdos; era como si el maniqueísmo de éstos se hubiera esfumado y la gente ya no supiera clasificarlos, y por lo tanto usarlos. Ésa fue la última señal”. Son sus palabras, ¿ya lo olvidó? Se las dijo a su amigo Billy.
                —No, no lo he olvidado.
                —Recuerde que aunque no lo escuche leo su mente.
                —Billy Pilgrim me hizo creer, me hizo querer recordarlo todo.
                —Ese hombre terminó enfermo, usted lo sabe bien. No pudo contra un entorno hostil aunque momentáneo y comenzó a inventar mundos.
                —De eso yo ya no estoy al tanto. Solo se me ocurre que alguien que nunca olvida es difícil de encontrar.      
                —Usted está rebasando límites peligrosos, y lo peor es que no lo ignora. Déjeme le explico algo. Por una razón nosotros tenemos que…
No lo entiendo, las indicaciones escritas en aquel antiguo código binario que hicieron llegar hasta mi eran las de siempre…
                —Debo reconocer que al menos no se ha vuelto demente del todo y recuerda que tenía empleo. Sí, las indicaciones fueron las de siempre pero al parecer usted no. Y el problema no se encuentra en las indicaciones, sino en su i-rresponsabilidad. Pero afortunadamente nosotros somos todavía una asociación eficaz, bastante grande y con amigos adecuados. La falla fue abatida en el inicio del primer sector del centro número seis, si es verdad que le importa. Varios Interesados, incluso Altos Mandos lo ejecutaron. Fue porque pensaron, y pensaron bien, que se refugiaría con algún grupúsculo de la rebeldía y cojo no iba a llegar muy lejos, además. Así tenía que ser, lo sabemos ¿no? ¿Cómo era? Ah, sí: solo es un ciclo, todos volveremos a ser lo que somos en este momento, alguna vez, otra vez”. Eso también lo dijo usted, si mal no recuerdo. Claro, es poeta en una línea bastante lejana…al menos en esta ya casi no existen. Y mire que perseguir un fantasma…bueno.
                —Supongo que lo siguiente es la vieja Delhi…
                —Supone mal. Ya no sé si lo dijo, lo pensó o solo sé que lo diré: ese fantasma no se resignará, no son estos los tiempos; usted no se resignará, la falta de ese recuerdo que se le resiste es tan real como irreal debería ser ese fantasma y, esto sí ya lo dije: usted ha llegado hasta donde no se puede llegar, hasta donde no hay más. ¿Cómo ve? A veces también uso un lenguaje parecido al suyo, ¿no cree? Mire, voy a acelerar esto, es lo mejor. Le voy a mencionar el nombre que le restaurará el vacío que tanto lo perturba y trate de tomarlo con calma porque viene más. ¿Está listo?
                —Deje de jugar conmigo y diga lo que tiene que decir.
                —¿Está llegando, verdad? La sensación de vértigo por saber que su fin está cerca pero en esta ocasión no sabe lo que vendrá después. Tan solo diga las palabras adecuadas, Interesado.
                —Por favor.
                —…María.
                —…
                —Por supuesto, enmudece. Y qué irónico, ¿no le parece? Saber que te quedaras sin habla en los instantes siguientes y aun así no poder decir más pese al deseo y la pena o sea lo que sea que está sintiendo justo ahora. Supongo que es, ahora sí, por todos esos recuerdos que tanto anhelaba y que en este instante le llegan con velocidad justa, aunque también se podría decir mortal ¿no cree? Pero, ¿a que no ha visto pasar su vida total y completamente, ante sus propios ojos? ¿A que tiene preguntas, muchas? Pero el dolor no le cabe, ni siquiera lo puede mencionar; tampoco pensar con claridad. ¿Se fija que entre usted y yo podemos usar palabras y frases en desuso como si nada? Eso no pasa ahora con la mayoría, debería estar satisfecho. Y bueno, a mi me gusta especificar cuando hago referencia a otras cosas ¿sabe? Y bueno, le voy a especificar las últimas indicaciones antes de resolverle también la última duda mientras todos esos recuerdos hacen su trabajo, hasta que todos los finales que le pertenecen coincidan. Ya sabe, solo le daré un consejo: no se resista a esta oscuridad, que es un poco densa, nada más. El resto es simple: yo me alejaré como vine pero usted no. Se quedará aquí aunque no lo desee porque de cualquier modo para usted ya todo es imposible. Y aunque quisiera salir no podrá, al menos de eso todavía estamos seguros. En fin, la pregunta que le come las entrañas es: ¿dónde está María, mi hija? ¿Verdad? No pregunta por su esposa porque sabe que María es su propia madre. Y ahora sí, con la siguiente pregunta llega la Sincronización. Mientras le relato esto, el recuerdo de sus vidas se completa. Es excitante, lo tiene que reconocer. ¿Se acuerda del día en que le platicó al señor Pilgrim sobre la grieta en los recuerdos? Ese día usted estuvo a punto de alcanzar uno, el mayor, y de hecho, lo ha estado en unas cuantas ocasiones más, aunque con éxito menor. Mire, en esta sociedad, como en la mayoría, se avanza de acuerdo a las acciones que realiza el hombre y, para ser un Interesado, se debe contar con al menos un recuerdo enorme, un recuerdo que permita conservar la certeza de lo que es capaz cada ser. Luego, ese recuerdo es removido mediante diversos tratamientos, psicológicos  y, eléctricos, sobre todo. Posteriormente archivado y resguardado, fuera del alcance de todos excepto los Dos Entes. No, muy desgraciadamente yo no soy uno de ellos, no me mire así. De este modo existe una co-dependencia entre ustedes y la empresa. Algunos llegan a conocer ese recuerdo, cuando no le dan importancia ya y entonces crecen, sobre el escalafón. Esa no es su suerte, está a punto de constatarlo. Bien, ese día, del que usted parece que únicamente recuerda la ausencia de discernimiento del hombre sobre cuál recuerdo era para el bien y cuál para el mal, también se perdieron infinidad de los pocos que nos quedaban como colectividad; unos se transformaron y llegaron algunos otros, incluso de tiempos arcaicos. Es más, algunos ni siquiera eran recuerdos sino simples e infames suposiciones. Y a usted llegó algo, como le digo, un día. Pareció ser un recuerdo colectivo que, hasta donde se pudo ver, era de los que antes llamaban Mito y generó en usted, mediante una mimesis artera (para algunos) pero casi única también, una de las hazañas que todavía conmueven, por el equívoco, obviamente. También le brindó el mayor recuerdo de todos, el que lo ha traído, lamentablemente, hasta aquí. Solo que aquel Mito llegó mutilado, trastornado y en un día fatídico, ese mismo que usted le platicó al señor Pilgrim. Dicha historia es relativa a un hombre y alguno de los Dioses pertenecientes a una era lejana. ¿Lo ve venir? Es la historia de un Dios entregando un sacrificio a un seguidor, solamente que usted sí lo consagró. E incluso fue más allá. ¿Lo ve? ¿Aún no? Está llegando, lo noto en su mirada, en su silencio, en las lágrimas que no puede contener. En ese grito ahogado y en la forma de contorsionarse. Sabe que nada importa ya, ¿para qué todo ello? ¿Ahora entiende por qué dije que María fue su propia madre? Aunque realmente yo no lo hago, sé que nunca lo haré y eso me da un poco de ventaja. También sé que no alcanzará a confesarme, porque no puede, si le aumentaron el espacio prometido o qué promesa era aquélla tan tentadora para sacrificar también a la madre. ¿Acaso pensó que de ese modo también recibía el indulto? Bueno, creo que usted es el que sabe de todas esas cosas, a fin de cuentas se ha empeñado en recordar, y no solo eso, en buscar recuerdos y peor todavía: en que ellos lo busquen a usted. Es notorio también que no le es desconocido, al menos no las partes que a nosotros sí y que, realmente, ya son inútiles, el Mito referido. Pero, ¿no es una pena el darse cuenta de que las cosas no eran así? Supongo que simplemente su cabeza mezcló demasiado egoísmo con sacrificio, ya ve que eso tampoco es muy frecuente ya. Y a fin de cuentas usted no intervino mucho, todo ha sido escrito por la mano de alguien que no tenía mucho qué hacer, le confieso que pienso…es momento de despedirme. Veo que le duele demasiado, no que me vaya, sino esto; que no le es posible siquiera distinguir ya mi mirada o mi ubicación. Sabe, hay algo, como era de suponer, que nunca se pudo eliminar ni sentimental ni física ni psicológica ni semánticamente del hombre: la culpa. Eso sí es un lastre. Puede que haya otras cosas, pero en esta era, la culpa pesa más de lo que siempre se dijo, tal vez porque no solo mantiene su significado, sino que lo ha expandido y, por ello, hoy su castigo es lo fundamental.