I
Cuando pensé
que ya no había por qué correr detuve mis pasos sobre avenida Revolución, antes
del paso a desnivel y justo en el cruce donde permanece el espíritu del teatro
Fantasmagórico, frente a una Basílica. Ya no distinguía una partícula siquiera
de aquel espectro, su esencia había desaparecido por completo. Apenas crucé las
puertas distinguí la soledad. Creo que eso, la soledad, es lo mejor. ¿O será la oscuridad? El lugar siempre
está vacío y eso reconforta; quizá en verdad nunca nadie se pregunta por qué está
solo todo el tiempo y podemos venir aquí, los Interesados.
Apenas entré busqué mi esquina
favorita. Caminé despacio, con una tranquilidad que todavía reconozco y eso me
hizo sentir mejor, me tranquilizó de inmediato. Me senté pero aún no quería
cerrar los ojos, así que me concentré en palpar el espacio pues notaba algo
distinto. He estado en este mismo lugar algunas veces más, las suficientes para
percibir una mínima diferencia incluso en el aire aunque esta vez sea más un
presentimiento, eso de lo que hablé en una de las otras vidas con Billy Pilgrim,
la única persona que recordaba, como yo, el significado no solo de la palabra
sino también la sensación. De esa y de algunas otras más.
Un escalofrío me sorprende, algo que
me sucede muy esporádicamente ya también y entonces recuerdo toda la inquietud
que me aterró minutos atrás. El pulso se me acelera y comienzo a desconfiar otra
vez. La inquietud va a regresar, me digo, y luego pienso que ojalá todo se
resuelva con un traslado. Si me envían a lo
que era la vieja Delhi, buscaré
asesoría en la Mezquita más amplia. Recuerdo dónde me encuentro y la calma intenta
volver. Me digo que es el lugar pese algunas sospechas que me hago callar.
Lo mejor de aquí es la oscuridad.
Debo cerrar los ojos pero por una
razón que desconozco me resisto y me pongo a pensar en lo que hice y en lo que
he estado sintiendo, en esa sensación de no saber qué hacer o decir pese a estar
ya todo determinado. Una sensación de extravío siempre. ¿O era exterminio? Casi me escucho pensar que toda esta oscuridad
me parece no esconder lo de siempre. Quiero pensar que no habrá consecuencias
funestas pero no logro evitar un alto grado de inseguridad.
Debo cerrar los ojos, lo sé. No lo entiendo pero debe parecer que no
importa, siempre ha sido como dejarse
ir de espaldas. Me aferro a la banca con una mano en cada costado, recargo
mi nuca en el aire lo suficiente para apreciar un mínimo de comodidad y me
apago. Luego me visualizo en esta misma banca y escucho pasos que se acercan.
Alguien llega hasta mí, se sienta a la siniestra e inhala un poco de aire. Lo
expulsa con cansancio o fastidio, cosas que parecen ser lo mismo pero antes
fueron distintas. Tengo los ojos cerrados; sé que esto no está pasando pero sé
que pasará; sé que lo veo pero también sé que no: entiendo que acabamos de
abordar una línea temporal superior.
—Siempre he pensado que usted no sabe
lo que significa ser un Interesado. O bueno, prefiero creer que lo adultera y
lo evita y, desgraciadamente, eso parece que no importa mucho ya. Esta es la
quinta vez que atendemos su llamado; y sí, también es nuestro trabajo, pero
recuerde que es precisamente esta clase de conflictos lo que tratamos de
evitar.
—Lo siento, esta vez ha sido distinto
—digo con bastante dificultad.
—Eso lo veremos —me responden. Luego siento
cómo reposa lo que creo es una cabeza en el respaldo de la banca y me quedo
quieto, esperando que inicie y termine la Introspección. Escucho la voz que oía
unos segundos antes ahora dentro de mi cabeza y me inmovilizo pues esto nunca
ha sido placentero. No es cómodo que alguien, o algo, zarandee tu memoria.
Siento, con la mirada oculta, cómo seleccionan la parte del tiempo que me trajo
hasta aquí y alguien la comienza a desplegar.
II
Me encontraba en un sector del centro número
cinco de la ciudad, sobre una calle gris pero nada vacía. Había llegado con
anticipación, por lo que caminaba en círculos, tratando de mantener mis
pensamientos en instantes precisos. El ambiente parecía de invierno y el mundo
lucía distinto a como se sentía, era como saber que es una hora pero el momento
es diferente a como debería ser. El color ámbar primario, supuesta reproducción
del siglo XIX predominaba.
Tendré que caminar un poco mientras la
espera se desarrolla, pensaba, cuando lo vi aparecer algunos bloques adelante.
Lo reconocí porque acaba de leer su reporte, no porque le conociera;
identifiqué primero el color café de su traje de martes y luego su caminar
arrítmico. Instantes después estuve seguro de su identidad porque una de las
rodillas se le quebró. También eso decía el reporte y era, realmente, lo
importante pues significaba que tal prototipo sería inservible a partir de ese momento
y había que suprimirlo. Eso hacemos algunos Interesados, como dicen que
comenzaron a llamarnos cuando el tiempo perdió su cualidad esencial, por no
decir temporalidad.
Aún no era de noche y parecía llover;
parecía invierno, insisto, sin embargo, el sol todavía calentaba y en el asfalto
se demoraba esa ilusión concerniente a la oscuridad. Todo es parte de mi
compromiso, pensé. No obstante, eso no bastó para evitar el nacimiento de una
pequeña culpa, aunque de ascendencia distinta. Cuando el viejo estuvo a punto
de caer, la gente a su alrededor se apartó, buscando la presencia de alguno de
nosotros y desafortunadamente yo ya me encontraba ahí. Me abrieron paso y llegué
hasta el hombre en el instante justo en que caía al suelo, sobre sus rodillas:
símbolo reconocible como rebelión. Invertebrado,
pensé luego pero lo olvidé al instante (lo conseguí notar esta vez, desde esta
otra perspectiva). El registro de un recuerdo se desplegó. En él constaba que yo
memorizaba todo y luego, abruptamente, el rostro del anciano. El ángulo era el
que habían empleado mis ojos y justo en ese momento apareció en el aire la
alerta sobre mi impulso, perseguida y alcanzada por éste último: en vez de solo
arrancarle la cabeza, se la golpee con la suficiente fuerza para dejarlo
inconsciente un par de segundos. Cuando me percaté de ello era tarde ya: una
figura infantil había re-aparecido de la nada. Luego vino un desequilibrio en
los alrededores de todas las historias que ya conocía, de todas en las que
había participado. Parecía que una conmoción extraña lo amenazara todo, que una
bestia se agazapara detrás de cada luna. Nadie dijo nada, en todos los tiempos
todas las personas y todas las cosas con las que coexistía guardaron un
silencio desconocido por lo inusual de la situación. No sabía quien estaba
juzgando, sentía solo presencias, pequeños murmullos. Llegué a sentir también
cómo cada ojo se dirigió de inmediato a la escena que sucedía una vez más, como
todas, y apareció en un primer plano general el fantasma de una niña de ojos
negros y convexos. Fue ahí cuando me paralicé, cuando dejé por completo de
entender algo y un sentimiento desconocido me invadió porque eso era un
recuerdo no registrado y al parecer me pertenecía. Esta vez la reconocía como
otras cuatro imágenes que ya había visto antes, en otras líneas, solo que nunca
la vi tan cerca, tan decidida, o tan descarada. No conseguía saber más, solo sabía
de un dolor en el pecho que se extendía por todos mis nervios, que me golpeó
hasta casi derribarme; un dolor que no cabe en ninguna definición. Sin embargo
el recuerdo, la relación, el dato preciso se me resistía. Sentía algo, eso,
pero no encontraba causas ni efectos ni nada más que me pudiera ayudar.
Nadie pronunció palabra hasta que la niña
se movió, solamente entonces fueron perceptibles los murmullos, luego las
exclamaciones de alarma cuando el fantasma me miró a los ojos y no pude
registrar nada concreto, tan solo esa sensación sin procedencia. Para ese
momento había olvidado la línea temporal que habitaba y por lo tanto al viejo
que mi memoria había dejado inconsciente. Cuando recuperé la situación el
anciano ya no estaba, pero el fantasma de la infante seguía ahí, y esta vez me sonreía.
Creí adivinar que en ese instante huiría, atravesando la calle para mezclarse
con otras personas. Cuando lo hizo pensé en ir tras al viejo y finalizarlo pero
instintivamente perseguí a la niña de ojos grandes. Fui tras el espectro; milenario error. Lo perseguí por muchos
bloques de gente, concreto e incluso tiempo pero no logré darle alcance.
Desapareció tan pronto que me costó un par de segundos darme cuenta de que lloraba,
de que el pecho me iba a explotar porque parecía que el dolor de todos los
mundos lo acababa de invadir. Si la aparición de la niña me perturbó en gran
medida, ahora que desparecía, esa sensación parecía duplicarse al menos. A ese
dolor sin nombre se le añadía la ausencia de cualquier recuerdo excepto las
otras cuatro imágenes que nada decían en realidad y únicamente llamaban al caos.
Me
vi de nuevo afuera de este recinto. Las alarmas encendidas no evitarán mi
desastre, al contrario, me pensé pensando que pensaba; luego me vi entrando,
sentándome y cavilando. Escuché entonces la voz que me hacía abrir los ojos a
través de una pregunta.
III
—¿En
qué pensaba?
—¿Cómo?
—¿Qué
pensaba en ese instante?
—Nada
en particular.
—No
mienta, usted y yo sabemos que usted, Interesado, presiente algo.
—¿Entonces
es cierto?
—¿A qué se refiere?
—A
los presentimientos.
—Lo
ve, acaba de darme la razón.
—Ya
se lo dije, nada en particular. Oiga, yo creo que todo eso de la Introspección
no es nada más que un ejercicio de memoria.
—Mire,
eso tampoco es cierto, y también usted y yo lo sabemos. Las perspectivas de
varias líneas temporales brindan siempre una alternativa o nutren una idea
preconcebida. Usted pensaba algo antes de que yo llegara e hiciéramos este
“ejercicio memorístico” y piensa algo más ahora, casi está seguro de algunas
cosas de las cuales no debería ni sospechar.
—Pensaba
en el presentimiento, en los recuerdos y en el olvido; en una plática que tuve
con Billy Pilgrim.
—El
señor es irrelevante. El señor Pilgrim, quiero decir.
—¿Cómo
puede serlo si es viajero del tiempo, si conoce todo lo que sucede, lo que
sucederá y ha sucedido? Hemos platicado y debo confesar que admiro su memoria,
aun reconociendo que ésta y todo el conocimiento que posee son consecuencias de
sus cualidades pero, ¿se imagina usted si todo lo que sabe lo supiera
únicamente porque no lo ha olvidado? Es decir, qué magnifica sería aquella
memoria si pudiera conocer cada momento que sucede a lo largo de sus vidas y no
únicamente debido al hecho de haberlas vivido infinidad de veces, de poder
viajar a través de ellas. Lo cierto también es que he pensado que la
importancia de los recuerdos no puede ser así de exigua.
—Vaya,
al fin. Sepa que tengo el poder de ver cómo a mis interlocutores se les
traslucen los pensamientos pero también resulta necesario que se empleen
palabras, ya sabe, como emblema de humanidad. Y ahora, mejor recuerde esto,
porque parece que se le ha olvidado: “un día la sabiduría fue incompatible con
los recuerdos; era como si el maniqueísmo de éstos se hubiera esfumado y la
gente ya no supiera clasificarlos, y por lo tanto usarlos. Ésa fue la última
señal”. Son sus palabras, ¿ya lo olvidó? Se las dijo a su amigo Billy.
—No,
no lo he olvidado.
—Recuerde
que aunque no lo escuche leo su mente.
—Billy
Pilgrim me hizo creer, me hizo querer recordarlo todo.
—Ese
hombre terminó enfermo, usted lo sabe bien. No pudo contra un entorno hostil aunque
momentáneo y comenzó a inventar mundos.
—De
eso yo ya no estoy al tanto. Solo se me ocurre que alguien que nunca olvida es
difícil de encontrar.
—Usted
está rebasando límites peligrosos, y lo peor es que no lo ignora. Déjeme le
explico algo. Por una razón nosotros tenemos que…
No lo entiendo, las indicaciones escritas en aquel antiguo código
binario que hicieron llegar hasta mi eran las de siempre…
—Debo
reconocer que al menos no se ha vuelto demente del todo y recuerda que tenía
empleo. Sí, las indicaciones fueron las de siempre pero al parecer usted no. Y
el problema no se encuentra en las indicaciones, sino en su i-rresponsabilidad.
Pero afortunadamente nosotros somos todavía una asociación eficaz, bastante
grande y con amigos adecuados. La falla fue abatida en el inicio del primer
sector del centro número seis, si es verdad que le importa. Varios Interesados,
incluso Altos Mandos lo ejecutaron. Fue porque pensaron, y pensaron bien, que
se refugiaría con algún grupúsculo de la rebeldía y cojo no iba a llegar muy
lejos, además. Así tenía que ser, lo sabemos ¿no? ¿Cómo era? Ah, sí: “solo es un ciclo, todos volveremos a
ser lo que somos en este momento, alguna vez, otra vez”. Eso también lo dijo
usted, si mal no recuerdo. Claro, es poeta en una línea bastante lejana…al
menos en esta ya casi no existen. Y mire que perseguir un fantasma…bueno.
—Supongo
que lo siguiente es la vieja Delhi…
—Supone
mal. Ya no sé si lo dijo, lo pensó o solo sé que lo diré: ese fantasma no se resignará,
no son estos los tiempos; usted no se resignará, la falta de ese recuerdo que
se le resiste es tan real como irreal debería ser ese fantasma y, esto sí ya lo
dije: usted ha llegado hasta donde no se puede llegar, hasta donde no hay más.
¿Cómo ve? A veces también uso un lenguaje parecido al suyo, ¿no cree? Mire, voy
a acelerar esto, es lo mejor. Le voy a mencionar el nombre que le restaurará el
vacío que tanto lo perturba y trate de tomarlo con calma porque viene más. ¿Está
listo?
—Deje
de jugar conmigo y diga lo que tiene que decir.
—¿Está
llegando, verdad? La sensación de vértigo por saber que su fin está cerca pero
en esta ocasión no sabe lo que vendrá después. Tan solo diga las palabras
adecuadas, Interesado.
—Por
favor.
—…María.
—…
—Por
supuesto, enmudece. Y qué irónico, ¿no le parece? Saber que te quedaras sin
habla en los instantes siguientes y aun así no poder decir más pese al deseo y
la pena o sea lo que sea que está sintiendo justo ahora. Supongo que es, ahora
sí, por todos esos recuerdos que tanto anhelaba y que en este instante le llegan
con velocidad justa, aunque también se podría decir mortal ¿no cree? Pero, ¿a que
no ha visto pasar su vida total y completamente, ante sus propios ojos? ¿A que
tiene preguntas, muchas? Pero el dolor no le cabe, ni siquiera lo puede mencionar;
tampoco pensar con claridad. ¿Se fija que entre usted y yo podemos usar
palabras y frases en desuso como si nada? Eso no pasa ahora con la mayoría, debería
estar satisfecho. Y bueno, a mi me gusta especificar cuando hago referencia a
otras cosas ¿sabe? Y bueno, le voy a especificar las últimas indicaciones antes
de resolverle también la última duda mientras todos esos recuerdos hacen su
trabajo, hasta que todos los finales que le pertenecen coincidan. Ya sabe, solo
le daré un consejo: no se resista a esta oscuridad, que es un poco densa, nada
más. El resto es simple: yo me alejaré como vine pero usted no. Se quedará aquí
aunque no lo desee porque de cualquier modo para usted ya todo es imposible. Y
aunque quisiera salir no podrá, al menos de eso todavía estamos seguros. En fin,
la pregunta que le come las entrañas es: ¿dónde está María, mi hija? ¿Verdad?
No pregunta por su esposa porque sabe que María es su propia madre. Y ahora sí,
con la siguiente pregunta llega la Sincronización. Mientras le relato esto, el
recuerdo de sus vidas se completa. Es excitante, lo tiene que reconocer. ¿Se
acuerda del día en que le platicó al señor Pilgrim sobre la grieta en los
recuerdos? Ese día usted estuvo a punto de alcanzar uno, el mayor, y de hecho,
lo ha estado en unas cuantas ocasiones más, aunque con éxito menor. Mire, en
esta sociedad, como en la mayoría, se avanza de acuerdo a las acciones que
realiza el hombre y, para ser un Interesado, se debe contar con al menos un
recuerdo enorme, un recuerdo que permita conservar la certeza de lo que es
capaz cada ser. Luego, ese recuerdo es removido mediante diversos tratamientos,
psicológicos y, eléctricos, sobre todo.
Posteriormente archivado y resguardado, fuera del alcance de todos excepto los
Dos Entes. No, muy desgraciadamente yo no soy uno de ellos, no me mire así. De
este modo existe una co-dependencia entre ustedes y la empresa. Algunos llegan
a conocer ese recuerdo, cuando no le dan importancia ya y entonces crecen,
sobre el escalafón. Esa no es su suerte, está a punto de constatarlo. Bien, ese
día, del que usted parece que únicamente recuerda la ausencia de discernimiento
del hombre sobre cuál recuerdo era para el bien y cuál para el mal, también se
perdieron infinidad de los pocos que nos quedaban como colectividad; unos se
transformaron y llegaron algunos otros, incluso de tiempos arcaicos. Es más, algunos
ni siquiera eran recuerdos sino simples e infames suposiciones. Y a usted llegó
algo, como le digo, un día. Pareció ser un recuerdo colectivo que, hasta donde
se pudo ver, era de los que antes llamaban Mito y generó en usted, mediante una
mimesis artera (para algunos) pero casi única también, una de las hazañas que
todavía conmueven, por el equívoco, obviamente. También le brindó el mayor
recuerdo de todos, el que lo ha traído, lamentablemente, hasta aquí. Solo que
aquel Mito llegó mutilado, trastornado y en un día fatídico, ese mismo que
usted le platicó al señor Pilgrim. Dicha historia es relativa a un hombre y
alguno de los Dioses pertenecientes a una era lejana. ¿Lo ve venir? Es la
historia de un Dios entregando un sacrificio a un seguidor, solamente que usted
sí lo consagró. E incluso fue más allá. ¿Lo ve? ¿Aún no? Está llegando, lo noto
en su mirada, en su silencio, en las lágrimas que no puede contener. En ese
grito ahogado y en la forma de contorsionarse. Sabe que nada importa ya, ¿para
qué todo ello? ¿Ahora entiende por qué dije que María fue su propia madre?
Aunque realmente yo no lo hago, sé que nunca lo haré y eso me da un poco de
ventaja. También sé que no alcanzará a confesarme, porque no puede, si le
aumentaron el espacio prometido o qué promesa era aquélla tan tentadora para sacrificar
también a la madre. ¿Acaso pensó que de ese modo también recibía el indulto?
Bueno, creo que usted es el que sabe de todas esas cosas, a fin de cuentas se
ha empeñado en recordar, y no solo eso, en buscar recuerdos y peor todavía: en
que ellos lo busquen a usted. Es notorio también que no le es desconocido, al
menos no las partes que a nosotros sí y que, realmente, ya son inútiles, el Mito
referido. Pero, ¿no es una pena el darse cuenta de que las cosas no eran así?
Supongo que simplemente su cabeza mezcló demasiado egoísmo con sacrificio, ya
ve que eso tampoco es muy frecuente ya. Y a fin de cuentas usted no intervino
mucho, todo ha sido escrito por la mano de alguien que no tenía mucho qué hacer,
le confieso que pienso…es momento de despedirme. Veo que le duele demasiado, no
que me vaya, sino esto; que no le es posible siquiera distinguir ya mi mirada o
mi ubicación. Sabe, hay algo, como era de suponer, que nunca se pudo eliminar
ni sentimental ni física ni psicológica ni semánticamente del hombre: la culpa.
Eso sí es un lastre. Puede que haya otras cosas, pero en esta era, la culpa
pesa más de lo que siempre se dijo, tal vez porque no solo mantiene su
significado, sino que lo ha expandido y, por ello, hoy su castigo es lo fundamental.