Reconocí a
una persona a varios metros de distancia. Le vi pero también vi todas las
noches que pasamos juntos; los deseos y las ilusiones que ahorita andan por el
aire y revolotean sobre mis pensamientos, los pocos y raquíticos que dejé para
mí. Reconocí su caminar pero sobre todo, el espacio que lo rodeaba y que
debería ser mis brazos, mi insignificante presencia. Reconocí lo que hasta este punto de mi historia he definido como amor y sin embargo, por las heridas
supongo, no pude esta vez acariciarle el rostro.