jueves, 29 de enero de 2015

Los últimos que no serán los primeros

A la esposa del señor Gobernador le dio porque le dijéramos Primera Dama. También por decir que ella era un modelo a seguir, no solo en la manera de vestir, sino en el comportamiento y hasta en algo que al principio no entendimos. Según ella eso a lo que se refería se llamaba ideología.
Tal vez por eso muchas mujeres del pueblo quisieron ser como ella. Le copiaron la vestimenta, el color del pelo, los modos, el andar e incluso algunas, la forma de platicar. Ella, primero se sintió halagada, luego todo se quiso volver caos. Todas las que la imitaban poco a poco quisieron ser ella; la seguían a todas partes, en fila india y luciendo todas muy parecidas.
            En una ocasión, cuando el señor Gobernador iba a dar un informe o hacer recaudación (creo que siempre era lo mismo), la Primera Dama no advirtió que era seguida por varias de sus admiradoras, y cuando ya estaba en el estrado, a punto de sentarse en la segunda silla más importante, notó que todas ellas trataban de subir también. Solo entonces supo del peligro que corría su posición y muy decidida tomó su bolso de mano para espantar a toda mujer que se atreviera a llegar hasta donde se encontraba su marido.

            A todos nos quiso dar risa  ver manotear y vociferar a esa mujer, tratando de ahuyentar a sus iguales que, dicho sea de paso, fácilmente podían ocupar su lugar. Sin embargo en eso no había mucho porqué reír, sobre todo al escuchar a alguien decir que era lógico; que los que hemos sido últimos en todo, también casi siempre, vamos a querer cambiar de lugar.