A la
esposa del señor Gobernador le dio porque le dijéramos Primera Dama. También
por decir que ella era un modelo a seguir, no solo en la manera de vestir, sino
en el comportamiento y hasta en algo que al principio no entendimos. Según ella
eso a lo que se refería se llamaba ideología.
Tal
vez por eso muchas mujeres del pueblo quisieron ser como ella. Le copiaron la
vestimenta, el color del pelo, los modos, el andar e incluso algunas, la forma
de platicar. Ella, primero se sintió halagada, luego todo se quiso volver caos.
Todas las que la imitaban poco a poco quisieron ser ella; la seguían a todas
partes, en fila india y luciendo todas muy parecidas.
En una ocasión, cuando el señor
Gobernador iba a dar un informe o hacer recaudación (creo que siempre era lo
mismo), la Primera Dama no advirtió que era seguida por varias de sus
admiradoras, y cuando ya estaba en el estrado, a punto de sentarse en la
segunda silla más importante, notó que todas ellas trataban de subir también.
Solo entonces supo del peligro que corría su posición y muy decidida tomó su
bolso de mano para espantar a toda mujer que se atreviera a llegar hasta donde
se encontraba su marido.
A todos nos quiso dar risa ver manotear y vociferar a esa mujer, tratando
de ahuyentar a sus iguales que, dicho sea de paso, fácilmente podían ocupar su
lugar. Sin embargo en eso no había mucho porqué reír, sobre todo al escuchar a
alguien decir que era lógico; que los que hemos sido últimos en todo, también
casi siempre, vamos a querer cambiar de lugar.