miércoles, 24 de octubre de 2012

Crisis


“Estoy olvidando mi nombre”, dijo apesadumbrado cuando escuchó la puerta abrirse y de inmediato cerrarse. Luego creyó recibir un abrazo, acaso más como noble advertencia por si un día no lograba recordarlo que como piadosa señal de aliento. 
Se había acostumbrado a la penumbra y al silencio pero no a la soledad. También se había hecho experto en hacer preguntas aunque en ocasiones nadie le respondiera.
—¿Cuánto tiempo ha pasado ya?
—Vas para un año.
—Eso es mucho tiempo ¿no crees?
—Puede ser.
—¿Y hay novedades?
—Nop.
—...Francisco.
—¿Qué?
—Nada, solo quería decir tu nombre de verdad y no como te dicen todos.
—¿Pos que tiene de malo que me digan Pancho?
—Que se oye mal, se oye grotesco.
—Mmm
—Ven, me gustaría que me quitaras esto de la cara, me gustaría ver cómo eres. Ya te dije que podemos  pasarla bien mientras termina esto ¿no? —dijo a media voz, casi en un susurro.
—Ya vas a empezar con tus joterías —le contestó, irritado, el secuestrador. 

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