domingo, 27 de abril de 2014

Ro-ca-ma-dour

Perdí a Rocamadour cuando tenía diez. Él, en años humanos, tenía muchos más. Sucedió el día en que todos decidieron, o más bien no decidían, qué mascota querían tener en casa y entonces optaron por robarse la de algún vecino o alguien más. Así desapareció Rocamadour y llegó Solovino, únicamente por unos días pues el problema se volvió a presentar un par de veces más. Veces en las cuales yo solo deseaba que regresara Rocamadour. Hubo una gran confusión, un gran revoltijo entre dueños y mascotas por unos días porque algo pasó, no sé qué, pero de pronto pareció que todos estaban inconformes con los animales que poseían o querían poseer más. En el proceso, a los animales se les hizo mucho daño, sobre todo psicológico pero también de carácter físico. Y cuando éstos sintieron que todo podría ocurrir una vez más, resolvieron mejor dejar este poblado. Se fueron muy tranquilos, ninguno se despidió pero ni falta que hizo pues todos entendimos lo que estaba sucediendo y salimos a las calles para verlos partir. Yo, debido a mis lágrimas, no veía mucho; así que me fijé bien en lo que iban a decir mis padres. Mientras mi madre veía cómo nuestras mascotas se iban, mi papá se animó a preguntar: ¿hasta dónde podrán llegar estos pobres? y un momento después, ella respondió: se puede llegar muy lejos José, aunque, como Rocamadour, en lugar de cuatro patas se tengan tres.

sábado, 26 de abril de 2014

Más vale que algo valga la pena hoy,
me digo cada mañana,
cada despertar.

Ya no intento siquiera
sacudirme tu recuerdo.

Hago como que me levanto, y
como que sigo con eso

que anda por ahí.  

lunes, 7 de abril de 2014

Pagaré, pagaré

Cuando se permitió enamorarse dos o más veces en la vida la esposa de Ruperto no lo pensó demasiado. Agarró sus cosas y todo el dinero del que había sido su hombre y se fugó del pueblo con un individuo veinte años menor. Ellos llevaban treinta años de casados y se habían unido cuando ambos cumplieron las quince primaveras. Nadie buscó las razones, ni siquiera el pobre Ruperto, que había guardado todos sus ahorros adentro de su colchón. Se quedó solo y pobre pero se hizo el fuerte y para demostrarlo, dio una gran fiesta cuando la historia se supo. Y para su mala fortuna, también se supo que no trabajaba más con el señor Gobernador. Nadie le dio más de la importancia necesaria al asunto e incluso algunos le prestaron dinero para realizar el festejo.  

Los días transcurrieron mientras todos sentían pena por él; a causa de su esposa y a causa del dinero que, viéndolo bien, eran una sola causa. Extraviado, Ruperto no lograba conseguir trabajo y algunos sospechaban que ni lo deseaba. En cambio, se dedicó a pedir siempre prestado aduciendo su fructífero pasado y su, según él, prometedor futuro pues confiaba recuperar su puesto dentro Gobernación y hasta prometía el regreso de su esposa, muy arrepentida. Mi papá le prestó dinero en tres ocasiones, pero en el cuarto intento, se negó diciéndole que nada se puede comprar con el pasado y, mucho menos, con el futuro.