martes, 21 de febrero de 2012

Umbral

“Lo primero es el secreto del nombre, de la esencia. El numen la clave del ensueño y la alteridad el fin”, pensaba mientras palabra por palabra, letra por letra, creía descifrar ese otro mundo que habitaba.   

sábado, 4 de febrero de 2012

Una crónica sabatina

Es después de mediodía y salgo rumbo al centro de la ciudad, hacia el lugar donde trabajo. Por ser sábado, el camión no va atiborrado como es costumbre y puedo disfrutar de una lectura apacible mientras escucho música. La sensación es de apacibilidad. Hace buen tiempo, con sol y nubes. Delante de mí un par de niños ríen y platican cosas que no escucho pero intuyo, tienen alrededor de tres y cinco años y son niño y niña. Sus padres viajan en los asientos de atrás y en algunos lapsos escucho palabras y ordenes que los niños hacen como que no oyen. No estoy alterado porque estos lapsos son efímeros y The National, Radiohead y Pulp amortiguan todo, o casi. En cierto momento el transporte llega a una intersección y empiezan a verse automóviles aparcados en diversos sitios y de manera irregular. En este cruce se erige un puente que hace gala y representa un supuesto desarrollo tanto social como económico y desde aquí parte la carretera libre hacia Cd. Juárez. Mientras el autobús avanza lentamente la inquietud de las personas por saber qué sucede se manifiesta y las cabezas empiezan a levantarse un poco, a moverse hacia los lados e incluso agacharse un poquito. Y lo que sucede no es algo extraordinario: la volcadura de un auto blanco. El coche estaba en medio de la carretera, bajo el puente y con las llantas hacia arriba y como es de suponer, en el camión surgieron los murmullos y las miradas se asombraron durante un momento, mientras hacíamos el camino y disfrutábamos de la vista. Yo, que también había sido poseído por la curiosidad, luego de saciarla regresé la vista hacia el frente y encontré la cara del niño asombrada y dirigida hacia la parte trasera del camión, hacia el lugar donde estaban sus padres. En ese rostro había un asombro cargado de emoción y justo en ese instante emitía, a manera de susurro, estas dos palabras que parecían dichas sin decirse, o al menos así las leí yo: “Un Muerto”. Inmediatamente todo fue quedando atrás, incluso esas palabras que desde mi perspectiva no fueron dichas sino dibujadas. De pronto un adormecimiento me asaltó. Los ruidos que los pequeños de enfrente hacían no me molestaban gracias a, como ya dije, la música que brotaba de mis audífonos. Sin embargo, esta calma fue rota por un conato de accidente que me enmudeció. Llevaba la cabeza recargada sobre el cristal de la ventana y antes de cerrar los ojos apareció un motociclista queriendo rebasar nuestro medio de transporte, del lado de un pequeño camellón que sirve para dividir la calle principal de la lateral. En ese preciso momento el camionero realizó una maniobra consistente en mover el pesado transporte de un carril a otro sin ver la motocicleta que avanzaba a la misma velocidad y ya muy replegada. El camión estuvo a punto de derribar al conductor de la moto, le rozó el manubrio derecho y solamente se escuchó un ruido sordo. La rapidez del suceso permitió que el conductor se quedara atrás, con un susto desmedido pero remediable, o eso espero. Lo extraordinario, y generado también por esa misma rapidez, fue que no pude articular un grito de alarma ni una palabra de atención hacia el chofer del camión. Solamente me brotó un sss cuando advertí el peligro en que se encontraba el sujeto de la moto al sentir la impotencia de que un animal mecánico de ese tamaño se le viniera encima y únicamente atinó a levantar su mano derecha en un intento desesperado e inútil para detener el autobús. Supongo que la misma sensación paralizó a los que, como yo, notaron el incidente. Pocos en realidad. De este sobresalto pasé a recordar cosas sin sentido y otras no tanto. Llegué a donde tenía que llegar y me senté a trabajar. Por inercia chequé los noticiarios y abrí Facebook. Empezaré por ahí y destacaré la publicación de Víctor Velo relacionada con el nombre de nuestra Generación para la graduación de Letras Españolas. A saber, Cesar Duarte Jaques. Sinceramente no había tenido oportunidad de quejarme, incluso había superado el disgusto inicial imaginando que era una broma. Pero es más, creo que no lo haré y me quedaré con la satisfacción de haber terminado una hermosa licenciatura que me trajo demasiado (incluyendo excelentes amigos) y no con el mal sabor de boca, la incomodidad y el malestar que me provocan todos los políticos de mierda de este país. Así las cosas, la tarde no pintaba bien. Y hay más. En diarios digitales la noticia era otra masacre, esta vez nueve (creo y tal vez contando) en un antro de la ciudad. Otros cuatro en un bar. Luego vino otro malestar. Imposible no relacionar los hechos con los hombres de poder, con los que quieren más, con los que manipulan, nos gobiernan y protegen (obviamente es un decir). Imposible no relacionarlo todo con nosotros mismos también, con esta sociedad adormecida por el ruido de las balas y las sirenas de ambulancias y patrullas. Imposible no relacionar este malestar con los hombres que necesitan reconocimiento, con aquellos que se los dan aunque sea en el nombre de una Generación de estudiantes inconformes por su realidad. Imposible creer que estos hombres merecen ser glorificados por hacer SU trabajo, mal hecho por cierto. En fin, abrí otra página con el informe de un accidente acaecido en el entronque de la carretera a Cd. Juárez y la calle Tecnológico. Accidente que casi presencié. El asunto es como sigue: un hombre roba un automóvil, es detectado por las fuerzas policiales y perseguido. Logra llegar hasta el punto en cuestión pero en la huida pierde el control, el auto gira (supongo), empieza a dar vueltas en el aire o se embiste contra la estructura del puente -en realidad esto lo desconozco- y el ladrón sale disparado del vehículo. Para su mala fortuna, el coche le cae encima y le provoca una muerte instantánea. A pesar de lo fuerte y sorprendente que resulta una nota como esta quiero señalar algo más: el resultado de una serie de incidentes que han generado personas deshumanizadas y una sociedad que ya no se sorprende con nada o que está dispuesta, así como a glorificar hombres sin merecerlo, también a condenarlos sin juzgarlos. Al final de la nota, en los comentarios, fue posible leer esto: “alegraos sociedad una rata menos hoooo justicia divina!!”, “tas canijo bro me ganaste el comentario jajaj” (respuesta), “UNA LACRA MENOS” (misma respuesta del mismo tipo anterior) y “justicia divina !!! ojala y asi fuera siempre...”. Estos comentarios tuvieron, además, varios “likes” que amplían la visión y postura de los comentaristas. Mi siguiente pensamiento y reflexión fue relativo a esta sociedad que conformamos hoy. No es que trate de defender al ladrón pero considero alarmante celebraciones de este tipo cuando se trata de la muerte de un ser humano, independientemente de sus actos. Lo anterior también me trajo a la mente la frase antigua de “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, la cual no quiero creer y sin embargo siento que algo no anda bien.