domingo, 22 de diciembre de 2013

La luna no es un cuadro.

Recuerdo que de niño me gustaba salir a contemplar la luna. Si por mi hubiera sido, habría pasado las noches en vela mirando hacia el cielo, aunque hubiera nubes, porque en el fondo sabía, que en el fondo del cielo mismo, estaba ella. No sé explicar porqué, solamente así era.

Mi madre tenía que ir por mi hasta muy entrada la noche, cuando ya era hora de dormir y llevarme casi arrastrando al interior de la casa. Todavía ahí me pasaba un rato en la ventana, hasta que me tumbaba el sueño o de plano mi padre amenazaba con pegarme si no hacía caso. Esa obsesión terminó el día que mi madre me dijo que la luna era un satélite natural, que hacia crecer el mar y convertir hombres en mitad hombre y mitad animal. No le creí pero luego oí decir a papá: la luna no es un cuadro. Y entonces pensé, tal vez equivocadamente, que si no era un cuadro, no podía ser una mentira.

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