domingo, 27 de abril de 2014
Ro-ca-ma-dour
Perdí
a Rocamadour cuando tenía diez. Él, en años humanos, tenía muchos más. Sucedió el
día en que todos decidieron, o más bien no decidían, qué mascota querían tener
en casa y entonces optaron por robarse la de algún vecino o alguien más. Así
desapareció Rocamadour y llegó Solovino, únicamente por unos días pues el
problema se volvió a presentar un par de veces más. Veces en las cuales yo solo
deseaba que regresara Rocamadour. Hubo una gran confusión, un gran revoltijo
entre dueños y mascotas por unos días porque algo pasó, no sé qué, pero de
pronto pareció que todos estaban inconformes con los animales que poseían o
querían poseer más. En el proceso, a los animales se les hizo mucho daño, sobre
todo psicológico pero también de carácter físico. Y cuando éstos sintieron que todo
podría ocurrir una vez más, resolvieron mejor dejar este poblado. Se fueron muy
tranquilos, ninguno se despidió pero ni falta que hizo pues todos entendimos lo
que estaba sucediendo y salimos a las calles para verlos partir. Yo, debido a
mis lágrimas, no veía mucho; así que me fijé bien en lo que iban a decir mis
padres. Mientras mi madre veía cómo nuestras mascotas se iban, mi papá se animó
a preguntar: ¿hasta dónde podrán llegar estos pobres? y un momento después,
ella respondió: se puede llegar muy lejos José, aunque, como Rocamadour, en
lugar de cuatro patas se tengan tres.
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