miércoles, 12 de junio de 2013

El arma de un enemigo íntimo.

Al pobre Juan todos lo recordaban dando piruetas, contorsionándose porque pensaba que su sombra no era una sombra normal. Según él, a cada rato le desafiaba los movimientos y la forma, por lo que tenía que estar siempre pendiente de ella. Desde niño la siguió, y cada vez que la veía, trataba de adelantarse a sus acciones y sorprenderla pero nunca lo logró.
Debido a sus constantes y rápidos movimientos, el pueblo entero no alcanzaba a distinguir si la sombra actuaba primero o no, si era cierto lo que Juan se empeñaba en alegar. Un día se cansó, y para evitarse conflictos, comenzó a salir de su casa únicamente cuando el sol estaba en todo lo alto del cielo y en todo lo ancho de la tierra, cuando le era imposible a su enemigo número uno aparecer. Pronto se hartó del calor también y dedicó sus salidas únicamente a la noche, hasta que repentinamente llegó a una resolución: decidió no salir de su casa jamás y cerrar puertas y ventanas la noche en que la luna le mostró que ella también podía revelarle al mundo sus males más internos.

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