Álvaro persiguió pájaros desde su nacimiento hasta la primera vez
que eyaculó. Aunque luego lo retomó. Primero con los ojos y luego ya, con sus
piernas largas después. Al final con las rodillas a punto de romperse. Aquella última
vez se encontró, de nuevo, en las afueras del pueblo, con una mancha en los
pantalones y sintiéndose más exhausto que de costumbre. Entonces pensó en
conseguirse una novia, le contó a mi papá alguna vez. Luego se casó y tuvo una
larga vida, continuó mi padre. Pero en la mañana de un día claro, mientras
platicábamos y cuando él era ya viudo y conocido de la muerte, dijo que veía en
el cielo un pajarito muy chiquito. Mi padre alzó la mirada y alcanzó a ver una
mancha en el cielo. Entonces Álvaro retomo su idea y se fue del pueblo,
persiguiendo un pájaro tan pequeño que al parecer solo él alcanzaba a
distinguir. Mi papá dijo que se había acordado de él cuando Vladimir le prestó
un libro de aviación y vio un aeroplano, visto desde acá abajo, y a una altura
muy muy grande.
Quién sabe si lo habrá alcanzado, yo creo que no, dice
que se acordó oyéndose decir.
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